EL  ‘PELAO DE TAZA’

A la barbería del tío Venancio lo habían llevado hacía muchos años, como unos siete u ocho pues ahora tenía trece. Fue una sola vez y nunca más volvieron a hacerlo porque le hizo un pelado como de niño de la inclusa…

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En un cielo estrellado como de signos algebraicos.

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AMOR, GUERRA Y SOLEDAD

En los libros está escrito que a la diosa Tanit se la llama también Ishtar o Astarté  y que su símbolo en Cartago es un triángulo cubierto por una barra o raya horizontal y un círculo que corona toda la figura sobre la que a veces hay también una media luna y cuyo dibujo completo aparece en muchas ocasiones como enmarcado en una casa o capilla de trazos muy simples….

Por el contrario, en ninguna parte encontrarás vestigio fidedigno alguno que acredite, ni remotamente, que yo me haya llamadoo Sinuhé.

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LA MORADA DE LOS DIOSES ANDA ALGO REVUELTA

Apenas dejó que el teléfono diera un par de tonos para atender una llamada que dijo que esperaba, que sabía que yo iba a hacer aunque me felicitó por la rapidez con la que había averiguado la clave que encerraba el número de la línea por la que hablábamos casi como si fuéramos ya viejos conocidos…

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MENSAJES DIVINOS EN EL MÓVIL

Recibir un sobre que un desconocido le ha dejado al camarero del bar donde uno suele desayunar, y varias veces porque su negocio de investigaciones y solvencias arqueológicas es una ruina, y que en él se contenga una nota con un dibujo y las letras ‘tnt’, no tiene ni pizca de gracia. En cambio, cuando uno abre la puerta y lo primero que ve apoyada en una de las jambas es una chica como aquélla, el miedo deja paso a otras emociones, te comas o no una rosca luego.

 

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Comenzamos una nueva historia, un nuevo relato con motivo de las Fiestas de Cartagineses y Romanos.

La primera entrega se titula

QUIÉN QUIERE BUENOS COMIENZOS

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LA CARTA DE DESPEDIDA

No había pasado ni un mes desde que me encontrara a Luis Santos, que ahora era Josef Marlom, tomando una cerveza en el Bar Sol como si no hubieran pasado los años. A él le trajo la nostalgia y la remota posibilidad de encontrar aquí a una mujer que había conocido en Casablanca cuando ella, llamada Irina Maniker, acompañaba al siniestro traficante Nasser Alkasser. Su barco, el Slowman Runner, había servido para transportar un cargamento de armas a un pequeño país del sur de África. Pero Luis, Luichi para los amigos, no había entregado el cargamento a quien le habían encargado, burlando a Nasser. Las armas nunca arreglan nada, me dijo amargamente en la habitación del Hotel Peninsular, donde me citaba clandestinamente para relatarme esta historia. Y agregó que los que él creía que iban a liberar aquel país, luego de hacerse con el poder, se habían vuelto igual de despiadados que el tirano derrocado. Leer más

MUERTE EN LOS RAÍLES

El gigante de cuello de toro perdió el equilibrio y cayó a las vías poco antes de llegar a Murcia. Alguien encontraría su cuerpo al amanecer. Pero ningún periódico daría cuenta del suceso. No se puede dar la noticia de la muerte de un hombre cuya existencia era un secreto para el resto del mundo.

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DE ÁFRICA A LA ETERNIDAD

Mi amigo, antes llamado Luis Santos, Luichi para los de la panda, ya tenía en su poder la mitad del dinero pactado, dos millones y medio de dólares en billetes usados que el desalmado traficante Nasser Alkasser le entregó en un maletín de desgastado cuero negro al borde mismo de la escalerilla del buque. El siniestro cargamento, que incluía algunos misiles contra carro y otras armas de similar carga mortífera, ya estaba estibado en la bodega del Slowman Runner: los hombres de Nasser dirigidos por su sicario Chan se habían encargado de hacerlo durante la noche. Él subió al buque y le dedicó una sonrisa entre cínica y de burla, un gesto muy suyo, al traficante. O tal vez fuera al amanecer sobre Casablanca, un espectáculo que Luichi ya sabía que no volvería a contemplar.

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EL ENCUENTRO MISTERIOSO

Un barco atracado en el muelle de Santa Lucía, el Slowman Runner. Un personaje al que hacía años que no veía, mi amigo Luis Santos, Luichi, que ya no se llamaba así sino Josef Marlom como ponía en su pasaporte chipriota, un documento que guardaba celosamente en el bolsillo interior de su chaqueta al lado de un revólver

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LA TABERNA DEL CAPITÁN

Dos viejos amigos se encuentran después de años de ausencia de la ciudad de uno de ellos, trazando y recorriendo sendas por la mar. Ya no se llama igual, sino como ahora figuraba en su pasaporte chipriota:  Josef Marlom… Ha tenido suerte porque ha encontrado a un amigo de confianza al que contarle sus andanzas y ayudarle en el delicado asunto  que le ha traído a Cartagena. Ése soy yo. Sólo vosotros lo sabéis…

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EL HOMBRE LENTO QUE CORRE

Un hombre de mar vuelve a su ciudad, Cartagena, en busca de algo que no sabemos ni siquiera si realmente existe o no. El destino viene a hacer que se encuentre en el castizo «Bar Sol»con un viejo amigo, Luichi Santos, que será el responsable de algunas ayudas al protagonista en la continuación de su viaje vital y de narrarnos a nosotros esta historia de mar, amor e intriga cuya primera entrega sigue a continuación. Leer más

Esta Entrada corresponde a un extracto del programa,  de la serie de los mismos «Viento de Lebeche» que conduce mi admirado amigo Francisco José Franco, emitido el pasado día 21 en Onda Regional de Murcia bajo el título Aún recuerdo aquel verano. El fragmento se corresponde con el relato Remos y berberechos que le tengo expresamente dedicado. Gracias, Paco. Y también por las emocionantes palabras sobre mi familia.

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De los naufragios reales que aparejan soledades y no son producto de éstas.

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Una muestra más del civismo playero

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Tú no eres de mi Mar Menor  -lo digo con todo respeto porque lo serás de algún sitio singular- si no has oído alguna vez a tu madre precaverte del peligro que podía suponer cruzar la Raya Azul…

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UN, DOS, TRES, PALICO INGLÉS…

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Un paseo en velero por el Mar Menor y sus incidencias

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Una historia de guerras antiguas y mitológicas libradas sin piedad.

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Una de vaqueros sedienetos de whisky. Protagonista enajenado en Almería. A mí me contaron este espaghuetti wéster: No sé si ocurrió tan sólo en la ficción…

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Oh, vaya, Ili ¿has visto tú las botellas?

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Aquella noche de verano, y de oído, estos dos rumanos tocaron para vosotros el pasodoble Suspiros de España en una terraza de verano. Tu acompañante quería recordar Soldados de Salamina.

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Dedicado a Francisco José F.

Una pequeña excursión a la Isla del Barón (o Isla Mayor del Mar Menor, Cartagena) en otros tiempos de aguas limpias y jugosos berberechos.

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(UNO) LA DETENCIÓN DE AL CAPONE

Nos habíamos quedado en el Bronx allá por los mismos años. Sí, en el Bronx neoyorkino, donde habitan las chicas que tanto le gustaban al filósofo Francisco Jarauta, por las razones que él mismo, de su viva voz, confesaba en la parte primera de esta historia que prometí llevar a Chicago allá por los años treinta.

Lo prometido es deuda y en Chicago tenía su emporio el mafioso Al Capone, nacido en Brooklyn (Nueva York), el más grande y temido mafioso: a los 27 años ya controlaba todo tipo de negocios ilícitos., incluida la prostitución. Si las chicas del Bronx llevaban una bala en el corazón, a las de Chicago ya no les cabía ninguna más —balas— salidas de aquellas metralletas de tambor al uso de la época. La hermana de un coleccionista de arte amigo de Al Capone, no quiso tener relaciones sexuales con él y —según se dice— mandó que los mataran (él nunca de machaba las manos). Y acabaron en un callejón como el que se ve en la foto o parecido llenos de plomo. Pero éste no fue un caso único. Cuando Capone se emborrachaba empezaba a insultar a las chicas. Ambas cosas ocurrían con frecuencia… Iguamente pasó a la historia la famosa  Matanza de San Valentín.

 

 

Nos habíamos quedado en el Bronx allá por los mismos años. Sí, en el Bronx neoyorkino, donde habitan las chicas que tanto le gustaban al filósofo Francisco Jarauta, por las razones que él mismo, de su viva voz, confesaba en la parte primera de esta historia que prometí llevar a Chicago allá por los años treinta.

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La deshumanización

De momento la cuestión que como se ha expuesto… Bueno, en realidad la lucha por la recuperación del conocimiento comienza al final de estas líneas, de esta crónica. Pero, recuérdese que fueron escritas en el año 2008. La situación no sólo no ha mejorado, sino que, muy posiblemente, ha empeorado, La gente sigue afectada por el código del olvido  lo que implica su deshumanación. En este camino vamos cada vez a más. No hace falta abundar en los comportamientos que nos delatan. Pero confiemos en que todo volverá a ser como antes del Único. Y recuperaremos la libertad.

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El capitán Relámpago

 No fue la tan augurada guerra nuclear la que acabó con la Humanidad tal y como la habíamos conocido hasta los comienzos del Tercer Milenio de nuestra era. Entre los años treinta y cuarenta de su primer siglo, la economía entró en recesión absoluta generando un flujo de poder económico y político a favor de las potencias asiáticas, dominadoras de la informática. Las palabras fueron desapareciendo a favor de los iconos. El propio Bill Gates había tenido la culpa en principio. Todo eran simbolitos que representaban las cosas. Simultáneamente los objetos fueron teniendo su réplica informática. Incluso las personas teníamos nuestros clones en el seno del mundo virtual. ¿Era uno responsable de lo que hacía su doble en Internet?, se preguntaba la Ciencia Jurídica?

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El manto del olvido y la estrategia de Siracusa

Recapitulemos lo ya pasado antes de abordar cómo nos defendimos nosotros y pudimos con ello mantener casi intactas la mayor parte de nuestras funciones cerebrales. Recordemos que el Mundo estaba en manos de las potencias asiáticas y, en concreto, de su maligno líder, aquel que quería ser el Único.

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La biblioteca universal.

Las potencias asiáticas se habían hecho con el dominio mundial a través de un fortísimo desarrollo tecnológico. Destacaba especialmente la Ciencia Informática que gobernaba el suministro de la información y de la alimentación mundial a través de poderosos ordenadores. Los códigos de programación eran cada vez más complejos y secretos. La vida se había digitalizado por completo. Las palabras casi habían desaparecido siendo sustituidas por los iconos, los símbolos gráficos y la sola imagen de los acontecimientos daba cuenta informativa de ellos. La atmósfera se ha tenido que cubrir con una bóveda de metacrilato con ventiladores para proteger y purificar el aire en la Tierra.

 

SINOPSIS: Control informático

Las potencias asiáticas se habían he- cho con el dominio mundial a través de un fortísimo desarrollo tecnológi- co. Destacaba especialmente la Ciencia Informática que gobernaba el su- ministro de la información y de la ali- mentación mundial a través de pode- rosos ordenadores. Los códigos de programación eran cada vez más complejos y secretos. La vida se había digitalizado por completo. Las pala- bras casi habían desaparecido siendo sustituidas por los iconos, los símbo- los gráficos y la sola imagen de los acontecimientos daba cuenta informativa de ellos. La atmósfera se ha tenido que cubrir con una bóveda de metacri-ato con ventiladores para proteger y purificar el aire en la Tierra. Un ataque que dominará a la Humanidad está a punto de desencadenarse.

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VIAJE AL CENTRO DE INTERNET

PRIMERA ENTREGA

El dominio de Oriente.

No fue la tan augurada guerra nuclear la que acabó con la humanidad tal y como la habíamos conocido hasta los comienzos del Tercer Mileno de nuestra Era.  Pasadas las felices décadas de los años veinte y treinta del siglo XXI, conocidos como la “Techniqué epoc” en claro paralelismo con la “Belle Époque” de un siglo antes, sobrevino la crisis mundial  que amputó a los seres humanos sus facultades más básicas. ¿Para qué destruir a los hombres si se podía dominarlos por completo? De malos agoreros se acusaba entonces a aquel grupo de personas que formaban el club de “El mono de la maraca” que ya advirtieron hace cincuenta años de lo que estaba pasando. La comodidad impidió entonces a las gentes percibir la involución, y bien que “el mono” hacía sonar la maraca para advertirlo como seguidores del “neopositivismo lógico” del Club de Viena. Eso sí, con la diferencia de que “El mono de la maraca” no era ni el más fuerte ni el más ágil de la manada. Hacía cosas extrañas como leer libros y no comer carne. Nadie le hacía caso. Pero un buen día se encontró en la selva una maraca. Comenzó a hacerla sonar y todos caminaron tras él por el bonito sonido que le sacaba al instrumento que volvía locas a las que hasta entonces le habían dado la espaldad al pobre “mono” de la evolución. De esta anécdota tomó el club su nombre: lo más simple hace lo más hermoso y agradable al ser humano.

Habían sido años muy felices, la dorada época de la tecnología que lo hacía todo fácil: se habían llegado a desarrollar humanoides para el servicio doméstico y uno estaba unido a un trabajo cómodo por medios tecnológicos tan sofisticados que bastaba un click del ratón para cumplirlo satisfactoriamente. Y de los ratones, pero de los que aún existían como seres vivos, vino precisamente la idea que finalmente ha triunfado en esta primera década del Tercer Milenio, si nosotros, los que quedamos, no somos capaces de ponerle remedio.

Aquello que se dio en denominar como deslocalización de las empresas hizo furor desde el momento en que se pusieron en marcha medidas efectivas para proteger el planeta. Llegaron algo tarde; pero no hemos tenido que emigrar a otros planetas como ingenuamente se hacía creer en las antiguas películas de ciencia ficción. Bastó con instalar una esfera de metacrilato permeable que retuviera y purificara, de cuando en cuando, la atmósfera. Pero esto vino luego a ser otro elemento más de la trampa. Las grandes multinacionales, únicas empresas que sobrevivieron a la estanflación de los años treinta, es decir a la inflación galopante conjugada con la subida del precio del dinero –el “eurodólar”- y el crecimiento nulo de la economía que entonces se produjo, se establecieron para siempre y en su totalidad bajo el amparo de las potencias asiáticas. Recuerden lo que llegó a decirse del periodo entre las dos primeras guerras mundiales acaecidas en el siglo XX. En la denominada República de Weimar, en la Alemania de aquellos tiempos, se llegó a afirmar: “Antes íbamos a la compra llevando el dinero en el monedero y los productos en la cesta. Ahora llevamos el dinero en el capazo y la compra en el monedero”. Esas grandes empresas se llevaron a sus ejecutivos más selectos. La mano de obra resultaba mucho más barata. Las necesidades de infraestructuras eran mínimas: había ya ordenadores minirreducidos que, superando con creces la Ley de Moore, trabajaban a la antigua velocidad del sonido en su conversión a millones de gigaherzios; antigua porque ahora no existe el movimiento del aire que permita comprobarlo: sólo hay viento cuando alguien pone en marcha las turbinas de ventilación acopladas a las bóvedas ‘celestes’ de metacrilato. Todos se pusieron a programar y programar en secuencias de seguridad, en protección no sólo de redes, sino aun a niveles personales y sociales. Pronto descubrieron que la mejor defensa es el ataque, un ataque que neutralizara al enemigo. Pero la desconfianza era tal que todo el mundo estaba bajo la sospecha de poder ser un infiltrado que luego pudiera vender o difundir los secretos y volver a hacer vulnerables los sistemas. De esta manera, el círculo programador con verdadera capacidad decisoria se fue reduciendo al mínimo de la misma forma que la capacidad intelectual de los propios programadores, en clara concentración de poder.          Como se decía en el ‘chiste’ gráfico de “El Roto”: “Cuando despertaron en Occidente, los asiáticos ya estaban allí.”

  Una cuestión de profesionalidad

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En este texto se nos pone delante de los ojos lo que ha sido y sigue siendo el conflicto real en el mundo. Un Norte siempre -o ahora casi- acomodado y un Sur siempre sumido en la miseria que arroja niños muertos a la orilla de sus costas.

Escrito en tono reivindicativo, este texto resulta profundamente conmovedor. Gracias por tu colaboración Mercedes para El expreso de Mandarache. Esperamos que se repita.

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El héroe de Cartagena

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Amistades entrañables

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Si algo va mal siempre puede ir peor

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Al amparo de las Caridades

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EL RESTO DE LA SOLDADA

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El Molinete

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Subsistir de prestado

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EL REGRESO DE LA NUMANCIA

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La novia del estudiante  como sigue siéndolo…

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6.- Qué malo es el tabaco

Santa Bibiana del Mar era un pueblo tranquilo, quizás demasiado. Hasta que un día a las 6 horas en punto (a.m.) sus vecinos descubrieron que había crisis económica y empezaron los robos de gallinas para comer y el antiguo pescador, metido a advenedizo de la construcción Emilio Granados, se quedó sin liquidez para terminar su modesta promoción de VPO para pescadores.

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Emilio Granados era un antiguo pescador del pueblecito marinero Santa Bibiana del Mar, un sitio encantador y  precioso de la costa Atlántica cercana al Estrecho de Gibraltar. Hasta que llegó el fantasma de la crisis había sido un pueblo tranquilo. Emilio se había metido en una pequeña promoción de veinticuatro viviendas de VPO en unos terrenos que había heredado del tío José Alberto, que hizo ‘las Américas’, antes de morir rico allá. Las casas eran para sus antiguos compañeros de la mar. Pero vinieron los problemas y se quedó sin liquidez para terminarla. Algunos vecinos de Santa Bibiana del Mar,  por iniciativa del empresario Adolfo Marín, se habían metido en un extraño negocio que, se suponía, debía ayudarles a superar ese bache económico en el que estaba la obra. Pobres ingenuos. El único listo: Adolfo Marín.

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4.- El soldado Bustamante, las cadenas alrededor del Peñón y el hueco de mar por donde aquel día no había y se podía pasar en barco., sin traba alguna.

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3.- La partida de dominó inspiró el plan

Habíamos dejado al vecino de Santa Bibiana y antiguo pescador, Emilio Granados, desconsolado. No le quedaba dinero para terminar la promoción de veinticuatro vivienas sociales, tanto para jóvenes como mayores, como para darles trabajo a aquéllos al menos durante la ejecución de la obra, La pesca, actividad habitual en Santa Bibiana del Mar, caía cada vez más en picado.  Aparece un nuevo personaje: Adolfo Marín.

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2.- El crédito que se «autopaga» o del «chin kin fu»

Emilio Granados, jubilado de la actividad pesquera y vecino del tranquilo pueblecico de Santa Biibiana del Mar recibe un dinero de un tío que, en su día se fue a hacer las Américas: las cosas no andaban bien en el pueblo y quiso emplear el dinero en una pequeña promoción de viviendas sociales. A ver qué es lo que pasa.

 

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TEMA: La crisis económica y una posible solución personal o de un grupo de personas no necesariamente ilegal, pero alternativa o colateral y de dudoso resultado. La vuelta a prácticas de la posguerra española que parecían olvidadas y extinguidas: sólo recordadas como anécdotas por nuestros mayores, padres o abuelos. En el fondo tan sólo nos queda el recurso a reírse de uno mismo como medio para superar la tragedia cotidiana y el caos cósmico.

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La misteriosa desaparición del «Gallo» de Zinc emblema, en su día, de la zapatería de la calle del Duque.

(“El Gallo”, fotografía restaurada del autor que data de 1985)

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SUBSISTIR DE PRESTADO

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Uno más que tuvo que irse por el Puerto de Cartagena (España)

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HISTORIAS CLÍNICAS

 El Paciente Inglés

Ha ido, sin embargo, esa misma tarde, caminando por los pasillos de habitaciones numeradas y paredes blancas, protegidas por una banda de linóleo verde de los golpes de las camillas o las sillas de ruedas, atravesando puertas que se cierran automáticamente mediante un resorte que las hace volver a su sitio balanceándose un rato después de su paso, apartando a la gente que también va a visitar a sus familiares internados y al personal vestido con batas blancas o verdes y con el fonendoscopio colgado al cuello. Como todos los domingos por la mañana y algunas noches en que puede quedarse a cuidarlo, aunque hoy es martes y son las seis de la tarde y esta mañana, desde las once a las doce y media, ha estado con Victoria, una mujer que aun a pesar de su nombre había nacido como él, en una ciudad que había perdido todas las batallas y en la que, por tanto, como se llamará la historia que algún día Manuel escribirá, se titulará “Ya no quedan cuentos en Cartagena”.

Pero Victoria es hija de otra Victoria y nieta de la tía Margarita, y es pelirroja aunque tiene los ojos azules y un acento del exilio de su familia, latinoamericano, y el deje anglosajón de sus  palabras, sin embargo suaves y en cierto modo muy persuasivas aunque a él, Manuel, no hace falta que le insistan demasiado en algo y casi cualquiera es capaz de embarcarlo en la aventura más descabellada pues no sabe decir que no y mucho menos cuando se lo piden por favor y casi se ha sentido importante por el hecho de que aquella mujer que había venido de tan lejos recordara su existencia y necesitara algo de él, que se siente tan poca cosa y se tiene en poca estima a diferencia de la belleza incuestionable de Victoria. Saber de la historia de su ciudad natal y que le hubiera elegido a él, en su insignificancia de escritor local, para contarle algunos episodios.

En esos días, y hoy de manera excepcional por ella, le lleva a su padre algunas revistas (y no sus cuentos porque ya no los hay sino tristes). Espera encontrarlo en uno de esos momentos en los que de verdad es él mismo, como ha sido siempre, un hombre fuerte y con la mente despierta y ávida de conocimientos: él mismo retrasó su jubilación lo máximo que pudo y aun después ha seguido con sus trabajos de investigación, yendo cada día a la nueva Universidad, echando de menos su o sus viejas escuelas, cuando los demás le miraban ya casi como si vieran un espectro, pero con el respeto de los estudiantes y muchos compañeros como si lo consideraran una leyenda viviente, siempre dispuesto a entablar alguna discusión metodológica sobre la física y la mecánica a veces abundando en la cuántica con la caída de Newton. Un hombre sencillo, algo desaliñado, que nunca había olvidado sus orígenes y el hecho de que se padre, el cuarto de los diecisiete hijos que tuvo el capitán de Carabineros Torcuato Legaz, llamado a la sazón también Torcuato, a su jubilación del Cuerpo que Franco disolvió e integró en la Guardia Civil, había sido a su prematura y represaliada jubilación, el bedel, en la arcaica y rancia expresión, de la escuela entonces sita en la Alameda de San Antón, cuando él, su padre, el de él -Manuel Legaz- estudió en ella al mismo tiempo que trabajaba en los astilleros militares de la ciudad y luego iniciara su magisterio en ella algunos años después de acabada la guerra y cuya docencia se extendió hasta casi cincuenta años. Cuánto trabajo le costaba a él, Manuel, que le contara ya estas historias, era como el paciente inglés que no quiere revelar un pasado trágico por temor a provocarle una tristeza que él, Manuel ya sabe o conoce, entre otras cosas por las cintas de casete que había grabadas con los poemas del abuelo Torcuato Legaz, el carabinero, guardia civil y bedel o conserje.

Pero aun a pesar de esa dificultad el hombre de la cama, su padre, al que hoy encuentra mejor, no puede resistirse a contarle historias de la guerra y la posguerra porque la huella que deja la pobreza y la impotencia de ver sufrir a los que se quiere, a sus hermanos y sobre todo a su padre que tuvo que empeñar el único recuerdo, la única herencia del suyo, el bisabuelo Torcuato Legaz, un reloj y su leontina de oro, para comprar a su mujer en el estraperlo la penicilina necesaria para curarle una pulmonía ni cuando a uno lo han amamantado en los refugios antiaéreos de la calle Gisbert,  esa marca en el corazón no se borra nunca. Pero el que no ha vivido la guerra y la paz, la sombra y la luz, el amor y el desamor, ése no ha vivido. Ya no quedan cuentos en Cartagena.

 

Aniceto Valverde Conesa

 

 

 

 

HISTORIAS CLÍNICAS

El médico de la mirada de águila

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HISTORIAS CLÍNICAS

 

AUTOBÚS LÍNEA 18

Yo soy un tipo con relativa buena suerte. Quizás porque soy moderadamente optimista. Desgraciadamente, he tenido que subir muchas veces en los últimos tiempos al Hospital de Santa Lucía. Sí a ese edificio que parece una terminal aeroportuaria; a mi modesto saber leal y entender, claro. Y ello me ha permitido no sólo conocer a tipo y/o enfermos muy curiosos como Juan el ex-marinero tejedor de redes de pescadores precisamente en Santa Lucía. Nadie iba a visitarlo al pobre y, quizás por ello, hizo buenas migas con nosotros e incluso velaba por el bienestar de su compañero de habitación. O los peculiares ingleses uno de cuyos familiares y ante el calor reinante en su departamento, tenía la costumbre de sacarse el sillón articulado al pasillo de la planta y ponerse tan pancho a leer hasta que una tarde lo vimos correr arrastrando el susodicho asiento quejándose de que estaba roto. Más bien lo había desarticulado él mismo y fue reprendido por el fabuloso personal del hospital.

La verdad es que éstos, los hospitales, son como las estaciones, los mercados y la vida misma. Hay gente para todo. Pero si escribo estas líneas lo hago porque hace años que no conduzco -quizás ni a mí mismo- y viajo tan a gusto en mi “vagón de tercera”, que diría Antonio Machado y que uno ha interpretado siempre (y practica) no por la calidad del vehículo, sino por el hecho de ir acompañado de esa gente sencilla que bien va ganarse unos cuartos para atender un familiar al que  no puede o quiere; o sencillamente a quienes necesitan asistencia y no pueden pagar un taxi.

Lo conocí la tarde de la gran manifestación por la muerte del Mar Menor, o sea el 30 de octubre del pasado año, a la que tanto hubiera deseado acudir. El autobús era gratis. Bajábamos él y yo solos del aeropuerto. El conducía el autobús y yo era su único pasajero. No sé, ni aunque lo supiera revelaría jamás su nombre ni publicaría la foto de recuerdo que nos hicimos.

No sé cómo la conversación derivó de mi querido y malogrado Mar Menor a la crisis de valores, ya no sólo existencial, del mundo de hoy en día, incluyendo la adicción de la juventud a las apuestas, a la tecnología y al universo caótico en el que vivimos inmersos… Yo le transmití mi opinión y temor de esto se pareciera cada vez más a los años veinte y treinta del siglo pasado y que condujeron al ascenso del fascismo en toda Europa por miedo a la libertad. Porque la carencia de la valores u objetivos claros en la vida llevan al hombre a abdicar de su cualidad esencial. Fue por todo ello que le recomendé uno de los que han sido mis libros de cabecera en mi vida. Precisamente «El miedo a la libertad» del psico-sociólogo freudiano Erich Fromm. Un libro que, naturalmente, explicaba mucho mejor que yo el nacimiento y posterior auge del nazismo en la llamada Alemania de entreguerras. Lo presté y nunca me fue devuelto en dos ocasiones en mi vida. Pero me comprometí a llevarle al menos una reseña de la Wikipedia. Tuve que conformarme con entregársela a otro compañero tan amable como él para que se la entregara. Pero volví a dar otro viaje más con él, no importa si de subida al alba o bajada a la caída de la tarde, el caso es que me dijo que había comprado el libro y le había gustado mucho.

Si escribo estas líneas es en su homenaje y para que no se me olvide nunca que existen autobuseros ilustrados como en todas las profesiones por humildes que éstas sean. (Como a mi también me lo enseñó mi padre. Que su memoria viva en nosotros siempre)

 

Aniceto Valverde

 

 

 

 

 

El lobo ibérico

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Para Ana y Juanma.

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Un vídeo relato original de Pedro M. Martínez Corada, director de la Revista cultural Almiar Margen Cero . que ha tenido la gentileza de cederlo para su publicación en El expreso de Mandarache. De una sutileza extraordinaria nos lleva del ajedrez al amor y por varios lugares sugerentes. Fue emitido en su programa radiofónico Radio Ariete.  Sin duda hará vuestras delicias. Gracias, Pedro.

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Uno más que tuvo que irse por el Puerto de Cartagena (España)

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(Francisco Jarauta, filósofo, profesor emérito de la UMU). «Me gustaban mucho las chicas del Bronx…»

 

 

 

Continuará en Chicago…

 

 

 

Ajedrez solitario

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De la lectura y la fe.

A 23 de abril de 2023

Para Mabel en nuestro 35 aniversario.

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Para Pilar Marcos. .

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EL MIRADOR

Dos zagales se llevan un pequeño susto a propósito de un desfile de Semana Santa.

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En recuerdo de mi abuela paterna y

por una Semana Santa de enorme valor artístico

 

 

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Para Inocencio Víctor que me ha traído a la memoria estos hechos.

El Peñón de Gibraltar y mis compañeros.

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Ésta es la historia de un jinete que galopaba sobre un caballo sabio.

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RELATO

 

El ambiente era insoportable para nuestro protagonista.

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Habíamos dejado al protagonista de este relato en la mili en el Ejército de Tierra en una ciudad cercana a la provincia de Jaén. En un permiso tiene una fructífera conversación con su abuelo que permitirá que toda la familia vuelva al Sur. Lo que sale de la tierra, a la tierra vuelve, dijo el anciano.

 

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Relato por entregas que narra la situción de la Cartagena de los años 80 del siglo pasado
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En este relato se vienen describiendo las peripecias de un hombre y su familia desde el trabajo de aquél en las minas de Linares (posteriormente en la industria de los Land Rovert) hasta dar en la Cartagena de principios de los años 80 del siglo pasado. Quizás de mal en peor.

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Una vez que los protagonistas de esta historia se encuentran ya en la ciudad de Cartagena, el padre de familia, por mediación de un amigo de su ciudad natal (Linares), entra a trabajar en «La Española del Zinc» adonde, cumplidos los dieciséis años, va a parar también su hijo con una funciones muy curiosas y bajo la dependencia de el Agustín, otro personaje curioso fruto de la deshumanización industrial.

 

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Primera entrega de un relato que muestra la situación de Cartagena a principio de los años 80 del siglo pasado.

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Reseña La Opinión

Entrevista Cadena SER

 

 

Portada Dalton completa

entrevista_intereconomia

Vídeo-montaje sobre Cartagena cuando amanece con esa bruma, producto de la humedad de ciudad portuaria, que todo lo difumina.

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Amor más allá del sexo deportivo.

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El protagonista echa la vista atrás y le vienen los recuerdos del Mar Menor de su infancia.

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Una muestra más del civismo playero

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El civismo imperante en el veraneo

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Ginesillo Rojas, ilustre prócer de las letra locales, es detective e  investigador literario. En su calidad de ambas cosas es el encargado de intentar averiguar el paradero o destino que haya podido sufrir el famoso «Gallo» de la zapatería del mismo nombre.

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LOS OJOS DE LA PARCA

Cuando uno ha visto varias veces de cerca los ojos de la Parca. O La ha visto cerca de algún ser querido. Pero, especialmente, en el primero de los casos ha sentido su mirada penetrante y olido su aliento no tiene miedo, sino al mismo miedo, pues todo es contingente y provisional y sabemos que estamos de paso. Y somos conscientes de que se impone un vivir día a día. Lo que no hagas hoy quizás no esperes hacerlo mañana. Carpe diem, se dice; pero tampoco hay nada más cierto que hay que vivir lo más alejado de la toxicidad que se pueda, puesto que el abuso por tu parte debe evitarse a toda costa. Además, aléjate del pesimista que sólo busca amargarte el día, y usa tu nuca como basurero psíquico para depositar en ella su frustración. Pon tierra de por medio de esa gente hasta que veas arder las palmeras de Jericó y no mires nunca atrás.
El miedo a la Parca no lo es, sino al daño que pueda hacerte su afilada guadaña. De ello que morir con dignidad sea un derecho inalienable.
Estos días se celebran en Cartagena las Fiestas de Cartagineses y Romanos. No quiero aguarle el tema a nadie con mis sentimientos. Todo lo contrario. Estoy haciendo una exaltación a la vida a la vida sana. Pero no es menos cierto que muchas vidas se perdieron en la II Guerra Púnica… Y que acabamos de asistir a una catástrofe que ha puesto en riesgo la existencia de muchas personas, y se ha cobrado, como tributo, alguna. Su nombre, sincopado (abreviado) de mujer DANA cual si hubiera sido la diosa DIANA que hubiera puesto en nosotros el objetivo de su dardo. Cuánto dolor.
Existe un bellísimo cuento probablemente perteneciente a “Las mil y una noches”. Se titula “El jardinero del Príncipe”. Dice algo así:
«Estaba un mañana el jardinero del Príncipe cuidando el jardín de sus rosas. De repente se le apareció la Muerte.
» Asustado el jardinero, corrió a ver al Príncipe. Le dijo, Majestad, me he encontrado con la Parca y me ha mirado mal. Necesito huir a Isphajam.
» El bondadoso Príncipe le prestó su más brioso corcel. Y el jardinero partió de inmediato a toda velocidad.
» Por la tarde paseaba el Príncipe por su bello jardín de rosas cuando se volvió a aparecer la Parca. Le dijo: “Muerte ¿por qué miraste mal a mi jardinero?”. Y Ésta le contestó: “No lo miré mal, sino con asombro, pues tengo con él hoy una cita en Isphajam”».

Vive, vive al día sanamente y quizás prolongues o no su visita. Pero sobre todo su mortífera guadaña acabará con tu feliz existencia de esa misma forma. Con el menor daño posible.

Aniceto Valverde Conesa

MÁS CERCA DE TI

 

El tercer deseo

 

Es muy probable que leyera hace ya mucho tiempo esta historia y casi con total seguridad fuera en «Las mil y una noches». En cualquier caso, no quiero engañar a nadie, ni tengo el talento de Sherezade y el argumento apunta a esa obra y a esa mujer como narradora al menos de este cuento que me parece muy navideño y candoroso: tanto como para despedir estas fiestas en las que hemos estado tan lejos, pero tan cerca y tanta ilusión hemos depositado en este Año Nuevo en el que ya vivimos.

Había una vez un rapazuelo por la antigua Bagdad que vivía solo en uno de sus barrios extramuros pues era huérfano de padres, pero no de amores ni de probada inteligencia. Ya os lo podéis imaginar como en las películas saltando por encima de los toldos de los comercios con una rama de manzanas que hubiera pillado de rondón en alguno de ellos… Y más que nada por juego, pues era honrado y si no le llegaba el peculio digamos que tenía crédito entre sus vecinos comerciantes.

Éste era un buen chico, de noble corazón y, como he dicho, no andaba huérfano de amor. Y no de cualquiera, sino del de la mismísima Princesa, hija del Sultán del Reino. El amor era correspondido por ella. Y en las noches calorosas de verano hablaban por una ventana secreta que había a la vera del río donde el muchacho se escondía y se deshacía en todo tipo de requiebros para con ella. Apenas se veían físicamente; las palabras solas eran el vehículo del amor, de un amor no por imposible, menos deseado por ambos jóvenes.

Una mañana, al despertar, en ese instante en que no se sabe bien si las cosas que se ven son sueño o realidad, se le apareció al rapaz un Genio, cosa de lo más normal en estos casos, aunque no siempre son buenos. De la misma forma habitual le ofreció tres deseos. El primero era llenarle de oro la habitación en que estaban, que no era pequeña. Hacerlo Sultán del Reino directamente como segunda opción. Y, por último, caerle bien a los ancianos.

Quizás la elección del muchacho pueda parecer sorprendente, pero escogió el último de los posibles deseos que el buen Genio, que no se extrañó, le había ofrecido. Si bien como estaba ya puesto, el Genio digo, le convirtió en mágica la alfombra sobre la que hacía escasos momentos yacía.

Cogió camino del Palacio del Sultán con el vehículo, sobrevolando todo Bagdad hasta que alcanzó su puerta. Con su entrenada agilidad, logró pasar la primera guardia del suntuoso edificio. Se deshizo después de la alfombra para correr entre los jardines del Sultán donde le apresaron y llevaron a su presencia.

– Majestad mirad el intruso que hemos interceptado en vuestros jardines ¿Le cortamos las manos o directamente la cabeza?

La Princesa, que estaba sentada en un escalón más abajo que el Sultán, no daba crédito y estaba en un ay.

Pero tal y como le había concedido el buen Genio, el Sultán -que era un venerable anciano- quedó prendido del muchacho, cuya presencia y conversación le animaban extraordinariamente.

No es oro todo lo que reluce, ni basta el poder por el poder. Queriendo y siendo querido por nuestros mayores, se consigue lo imposible pues está más a la mano de ellos que de nosotros ya que han vivido más. Este humilde muchacho le cayó tan bien al Sultán que él mismo le propuso que se casara con su hija, lo que le haría rico sin haber tenido la ambición de serlo como tampoco la de convertirse en el sucesor del viejo Sultán, pero lo fue y fue un buen gobernante para su pueblo, estoy seguro, puesto que su mandato venía del amor y no de ninguna otra ambición.

 

Aniceto Valverde

Le había perdido la pista a mi amigo Luichi, Luichi Santos. Me habían informado, eso sí, de que andaba por todo el mundo -como él había deseado toda su  vida- capitaneando diversas clases de buques. Ahora lo hacía con el llamado Slowman Runner , atracado en el muelle de contenedores de Santa Lucía, aquí en Cartagena. Buscaba a una mujer que, tal vez, se encontrara aquí. Quién sabe lo que nos depara la vida.

El caso es que me lo encontré, de pura casualidad, en el Bar Sol. Luego siguieron otras entrevistas en las que Luichi (que ahora se hacía llamar Josef Marlow, según su pasaporte chipriota) me fue relatando algunas de sus aventuras, especialmente las relativas a la mujer que iba buscando.

 

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La lucha por la vida

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Un hombre, antiguo militante comunista y exilado en Inglaterra, ha abandonado sus ideas políticas y vive en la capital londinense bajo la apariencia de un modesto anticuario. Un día recibe la visita de un cliente que conoce su pasado y le hace el encargo de conseguirle una pieza arqueológica, la que sea del siglo I de nuestra Era, de las muchas y valiosas que pueblan el subsuelo de su ciudad natal. El aparente anticuario acepta y, pasados muchos años, vuelve al país y a la ciudad que viven momentos convulsos, en plena Transición política. Ese ambiente convulso se va a trasladar a su esfera personal, a su ámbito más íntimo, al reencontrase con una mujer del pasado.

 

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Yo no soy ni fui marinero, sino soldado del Tierra. Por ti lo hubiera sido o me convertiría de inmediato en un hombre de la mar sin que me hubiera marchado cuando el jardín hubiera estado en flor ni me iría ahora (en este tiempo en el que escribo) por esos mares de Dios: contigo ya hubiera estado (si me hubiera decido en su momento, hace tanto tiempo) o estaría como entonces lo sentí, tocando el cielo con la punta de los dedos.

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Nunca fui marinero, sino soldado de Tierra, de la fiel Infantería. Y, sin embargo, contigo deseé y deseo hacer la travesía de la vida. Déjame acompañarte. Arbolaríamos nuestro navío frente al viento y desplegaríamos el velamen a su favor, aprovecharíamos su impulso y partiríamos sin rumbo a quién sabe dónde; quizás hacia un destino que hubiera compartido contigo y que la vida parece presentarme de nuevo. Tiene una importancia igual a cero a que alguien distinto de nosotros (de quienes éramos y de quienes ahora somos) quiera saberlo. Qué hubiera importado o importaría a donde llegáramos si tú vinieras conmigo en esa travesía. Es más, incluso embarcaría contigo, tras ese periplo de la vida, la navegación o ‘derrota’ y el amor por esa sonrisa que ilumina tu rostro, en esa nave que nunca ha de tornar a este mar.

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La crisis económica y una posible solución personal o de un grupo de personas no necesariamente ilegal, pero alternativa o colateral y de dudoso resultado. La vuelta a prácticas de la posguerra española que parecían olvidadas y extinguidas: sólo recordadas como anécdotas por nuestros mayores, padres o abuelos. En el fondo,  tan sólo nos queda el recurso a reírse de uno mismo como medio para superar la tragedia cotidiana y el caos cósmico.

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Hay diversos tipo de ratas

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Se quiere mucho a los  animales hasta el punto de arriesgar la propia vida por ellos, sobre todo a los llamados de compañía. Pero he de decir que este relato acaba mal, incluso para el dueño…

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Hay que ver la gente que se ha tenido que marchar o hemos echado por el Puerto de Cartagena.

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Un profesional nunca mezcla las pasiones con los negocios.

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Soñé que estaba enamorado. Saliste tú de entre la bruma y viniste a mí. Entonces supe que mi sueño era realidad.

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Decía mi madre que más valía la maña que la fuerza.

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Hasta el momento conocemos o damos nombre a tres épocas de la vida de las personas. Pero ¿quién sabe qué va a ocurrir en un fututo inmediato en el que ya se ha prolongado la longevidad y la calidad de vida de nuestros mayores? De las causas, consecuencias y posibles remedios trata este relato publicado en La Opinión en el verano de 2009

 

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Hay veces y/o formas, así como la moderna tecnología  que nos pueden sacar de quicio.

 

 

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