Ésta es la historia de un jinete que galopaba sobre un caballo sabio.
Habíamos dejado al protagonista de este relato en la mili en el Ejército de Tierra en una ciudad cercana a la provincia de Jaén. En un permiso tiene una fructífera conversación con su abuelo que permitirá que toda la familia vuelva al Sur. Lo que sale de la tierra, a la tierra vuelve, dijo el anciano.
Una vez que los protagonistas de esta historia se encuentran ya en la ciudad de Cartagena, el padre de familia, por mediación de un amigo de su ciudad natal (Linares), entra a trabajar en «La Española del Zinc» adonde, cumplidos los dieciséis años, va a parar también su hijo con una funciones muy curiosas y bajo la dependencia de el Agustín, otro personaje curioso fruto de la deshumanización industrial.
En este relato se vienen describiendo las peripecias de un hombre y su familia desde el trabajo de aquél en las minas de Linares (posteriormente en la industria de los Land Rovert) hasta dar en la Cartagena de principios de los años 80 del siglo pasado. Quizás de mal en peor.
Relato por entregas que narra la situción de la Cartagena de los años 80 del siglo pasado
Leer más
Primera entrega de un relato que muestra la situación de Cartagena a principio de los años 80 del siglo pasado.
Vídeo-montaje sobre Cartagena cuando amanece con esa bruma, producto de la humedad de ciudad portuaria, que todo lo difumina.
El protagonista echa la vista atrás y le vienen los recuerdos del Mar Menor de su infancia.
Ginesillo Rojas, ilustre prócer de las letra locales, es detective e investigador literario. En su calidad de ambas cosas es el encargado de intentar averiguar el paradero o destino que haya podido sufrir el famoso «Gallo» de la zapatería del mismo nombre.
LOS OJOS DE LA PARCA
Cuando uno ha visto varias veces de cerca los ojos de la Parca. O La ha visto cerca de algún ser querido. Pero, especialmente, en el primero de los casos ha sentido su mirada penetrante y olido su aliento no tiene miedo, sino al mismo miedo, pues todo es contingente y provisional y sabemos que estamos de paso. Y somos conscientes de que se impone un vivir día a día. Lo que no hagas hoy quizás no esperes hacerlo mañana. Carpe diem, se dice; pero tampoco hay nada más cierto que hay que vivir lo más alejado de la toxicidad que se pueda, puesto que el abuso por tu parte debe evitarse a toda costa. Además, aléjate del pesimista que sólo busca amargarte el día, y usa tu nuca como basurero psíquico para depositar en ella su frustración. Pon tierra de por medio de esa gente hasta que veas arder las palmeras de Jericó y no mires nunca atrás.
El miedo a la Parca no lo es, sino al daño que pueda hacerte su afilada guadaña. De ello que morir con dignidad sea un derecho inalienable.
Estos días se celebran en Cartagena las Fiestas de Cartagineses y Romanos. No quiero aguarle el tema a nadie con mis sentimientos. Todo lo contrario. Estoy haciendo una exaltación a la vida a la vida sana. Pero no es menos cierto que muchas vidas se perdieron en la II Guerra Púnica… Y que acabamos de asistir a una catástrofe que ha puesto en riesgo la existencia de muchas personas, y se ha cobrado, como tributo, alguna. Su nombre, sincopado (abreviado) de mujer DANA cual si hubiera sido la diosa DIANA que hubiera puesto en nosotros el objetivo de su dardo. Cuánto dolor.
Existe un bellísimo cuento probablemente perteneciente a “Las mil y una noches”. Se titula “El jardinero del Príncipe”. Dice algo así:
«Estaba un mañana el jardinero del Príncipe cuidando el jardín de sus rosas. De repente se le apareció la Muerte.
» Asustado el jardinero, corrió a ver al Príncipe. Le dijo, Majestad, me he encontrado con la Parca y me ha mirado mal. Necesito huir a Isphajam.
» El bondadoso Príncipe le prestó su más brioso corcel. Y el jardinero partió de inmediato a toda velocidad.
» Por la tarde paseaba el Príncipe por su bello jardín de rosas cuando se volvió a aparecer la Parca. Le dijo: “Muerte ¿por qué miraste mal a mi jardinero?”. Y Ésta le contestó: “No lo miré mal, sino con asombro, pues tengo con él hoy una cita en Isphajam”».
Vive, vive al día sanamente y quizás prolongues o no su visita. Pero sobre todo su mortífera guadaña acabará con tu feliz existencia de esa misma forma. Con el menor daño posible.
Aniceto Valverde Conesa
MÁS CERCA DE TI
El tercer deseo
Es muy probable que leyera hace ya mucho tiempo esta historia y casi con total seguridad fuera en «Las mil y una noches». En cualquier caso, no quiero engañar a nadie, ni tengo el talento de Sherezade y el argumento apunta a esa obra y a esa mujer como narradora al menos de este cuento que me parece muy navideño y candoroso: tanto como para despedir estas fiestas en las que hemos estado tan lejos, pero tan cerca y tanta ilusión hemos depositado en este Año Nuevo en el que ya vivimos.
Había una vez un rapazuelo por la antigua Bagdad que vivía solo en uno de sus barrios extramuros pues era huérfano de padres, pero no de amores ni de probada inteligencia. Ya os lo podéis imaginar como en las películas saltando por encima de los toldos de los comercios con una rama de manzanas que hubiera pillado de rondón en alguno de ellos… Y más que nada por juego, pues era honrado y si no le llegaba el peculio digamos que tenía crédito entre sus vecinos comerciantes.
Éste era un buen chico, de noble corazón y, como he dicho, no andaba huérfano de amor. Y no de cualquiera, sino del de la mismísima Princesa, hija del Sultán del Reino. El amor era correspondido por ella. Y en las noches calorosas de verano hablaban por una ventana secreta que había a la vera del río donde el muchacho se escondía y se deshacía en todo tipo de requiebros para con ella. Apenas se veían físicamente; las palabras solas eran el vehículo del amor, de un amor no por imposible, menos deseado por ambos jóvenes.
Una mañana, al despertar, en ese instante en que no se sabe bien si las cosas que se ven son sueño o realidad, se le apareció al rapaz un Genio, cosa de lo más normal en estos casos, aunque no siempre son buenos. De la misma forma habitual le ofreció tres deseos. El primero era llenarle de oro la habitación en que estaban, que no era pequeña. Hacerlo Sultán del Reino directamente como segunda opción. Y, por último, caerle bien a los ancianos.
Quizás la elección del muchacho pueda parecer sorprendente, pero escogió el último de los posibles deseos que el buen Genio, que no se extrañó, le había ofrecido. Si bien como estaba ya puesto, el Genio digo, le convirtió en mágica la alfombra sobre la que hacía escasos momentos yacía.
Cogió camino del Palacio del Sultán con el vehículo, sobrevolando todo Bagdad hasta que alcanzó su puerta. Con su entrenada agilidad, logró pasar la primera guardia del suntuoso edificio. Se deshizo después de la alfombra para correr entre los jardines del Sultán donde le apresaron y llevaron a su presencia.
– Majestad mirad el intruso que hemos interceptado en vuestros jardines ¿Le cortamos las manos o directamente la cabeza?
La Princesa, que estaba sentada en un escalón más abajo que el Sultán, no daba crédito y estaba en un ay.
Pero tal y como le había concedido el buen Genio, el Sultán -que era un venerable anciano- quedó prendido del muchacho, cuya presencia y conversación le animaban extraordinariamente.
No es oro todo lo que reluce, ni basta el poder por el poder. Queriendo y siendo querido por nuestros mayores, se consigue lo imposible pues está más a la mano de ellos que de nosotros ya que han vivido más. Este humilde muchacho le cayó tan bien al Sultán que él mismo le propuso que se casara con su hija, lo que le haría rico sin haber tenido la ambición de serlo como tampoco la de convertirse en el sucesor del viejo Sultán, pero lo fue y fue un buen gobernante para su pueblo, estoy seguro, puesto que su mandato venía del amor y no de ninguna otra ambición.
Aniceto Valverde
Le había perdido la pista a mi amigo Luichi, Luichi Santos. Me habían informado, eso sí, de que andaba por todo el mundo -como él había deseado toda su vida- capitaneando diversas clases de buques. Ahora lo hacía con el llamado Slowman Runner , atracado en el muelle de contenedores de Santa Lucía, aquí en Cartagena. Buscaba a una mujer que, tal vez, se encontrara aquí. Quién sabe lo que nos depara la vida.
El caso es que me lo encontré, de pura casualidad, en el Bar Sol. Luego siguieron otras entrevistas en las que Luichi (que ahora se hacía llamar Josef Marlow, según su pasaporte chipriota) me fue relatando algunas de sus aventuras, especialmente las relativas a la mujer que iba buscando.
Un hombre, antiguo militante comunista y exilado en Inglaterra, ha abandonado sus ideas políticas y vive en la capital londinense bajo la apariencia de un modesto anticuario. Un día recibe la visita de un cliente que conoce su pasado y le hace el encargo de conseguirle una pieza arqueológica, la que sea del siglo I de nuestra Era, de las muchas y valiosas que pueblan el subsuelo de su ciudad natal. El aparente anticuario acepta y, pasados muchos años, vuelve al país y a la ciudad que viven momentos convulsos, en plena Transición política. Ese ambiente convulso se va a trasladar a su esfera personal, a su ámbito más íntimo, al reencontrase con una mujer del pasado.
Yo no soy ni fui marinero, sino soldado del Tierra. Por ti lo hubiera sido o me convertiría de inmediato en un hombre de la mar sin que me hubiera marchado cuando el jardín hubiera estado en flor ni me iría ahora (en este tiempo en el que escribo) por esos mares de Dios: contigo ya hubiera estado (si me hubiera decido en su momento, hace tanto tiempo) o estaría como entonces lo sentí, tocando el cielo con la punta de los dedos.
Nunca fui marinero, sino soldado de Tierra, de la fiel Infantería. Y, sin embargo, contigo deseé y deseo hacer la travesía de la vida. Déjame acompañarte. Arbolaríamos nuestro navío frente al viento y desplegaríamos el velamen a su favor, aprovecharíamos su impulso y partiríamos sin rumbo a quién sabe dónde; quizás hacia un destino que hubiera compartido contigo y que la vida parece presentarme de nuevo. Tiene una importancia igual a cero a que alguien distinto de nosotros (de quienes éramos y de quienes ahora somos) quiera saberlo. Qué hubiera importado o importaría a donde llegáramos si tú vinieras conmigo en esa travesía. Es más, incluso embarcaría contigo, tras ese periplo de la vida, la navegación o ‘derrota’ y el amor por esa sonrisa que ilumina tu rostro, en esa nave que nunca ha de tornar a este mar.
La crisis económica y una posible solución personal o de un grupo de personas no necesariamente ilegal, pero alternativa o colateral y de dudoso resultado. La vuelta a prácticas de la posguerra española que parecían olvidadas y extinguidas: sólo recordadas como anécdotas por nuestros mayores, padres o abuelos. En el fondo, tan sólo nos queda el recurso a reírse de uno mismo como medio para superar la tragedia cotidiana y el caos cósmico.
Se quiere mucho a los animales hasta el punto de arriesgar la propia vida por ellos, sobre todo a los llamados de compañía. Pero he de decir que este relato acaba mal, incluso para el dueño…
Hay que ver la gente que se ha tenido que marchar o hemos echado por el Puerto de Cartagena.
Soñé que estaba enamorado. Saliste tú de entre la bruma y viniste a mí. Entonces supe que mi sueño era realidad.
Hasta el momento conocemos o damos nombre a tres épocas de la vida de las personas. Pero ¿quién sabe qué va a ocurrir en un fututo inmediato en el que ya se ha prolongado la longevidad y la calidad de vida de nuestros mayores? De las causas, consecuencias y posibles remedios trata este relato publicado en La Opinión en el verano de 2009
Los que dormimos sin sueños, vivimos soñando mundos. Mientras haya una pareja amándose, habrá esperanza.
A veces o en algunas cosas una o dos generaciones se encuentran a «años luz» unas de otras.
La neblina que conforma la humedad distorsiona los contornos de los edificios y los hace parecer fantasmagóricos.
Éste es el autobús que, en Cartagena, lleva al Hospital Universitario de Santa Lucía. El protagonista lo tiene coger habitualmente. Pero en él no sólo viaja con gente normal, sino que un día se lleva una agradable sorpresa con una persona.