EL HOMBRE DE LOS OJOS MUERTOS
Jehová e imanes curativos
HISTORIAS CLÍNICAS
EL HOMBRE DE LOS OJOS MUERTOS
La primera vez que trabé contacto con ellos fue para pedirles por favor que bajarán la música. Y eso que sonaba Eric Clapton, lo nuevo de Bob Dylan, Jeff Beck y otros artistas que me gustan bastante. Me sorprendió que no se emitiera desde un receptor de radio, sino de la TV: tenían sintonizada Melody FM, y, ya digo, es una emisora cuyos contenidos me agradan. Pero mi acompañado, después del tardío y azaroso y doloroso traslado en ambulancia, no estaba para canciones y menos a ese volumen. Así que me asomé a la otra parte de la habitación. La Sra. apenas me saludó con su cálido acento latinoamericano y sin más apagó el televisor. Se lo agradecí. Vi a un hombre, apenas unos segundos, que dormía del lado derecho con el párpado izquierdo que es el que pude atisbar, cerrado.
Al día siguiente nos pusimos a platicar, como ella dijo, y yo ya puede identificar que era de origen mejicano. “Pues ya ve mihijo, lisenciado, yo vine no más de turismo invitada por una amiga y ya me quedé porque lo conocí a él. Vivíamos en su casita de Mazarrón y yo le decía, Salvador, que el hogar se nos cae encima. Y él siempre decía: no se preocupe que tiene más de ciento cincuenta años y está bien hecha de piedra. No más hay que repellarla contra la humedad.” Y seguía hablando y hablando: “Su mamá tuvo diez hijos y no más queda él, manito. Todos murieron.”. Se llamaba Carmen y él Salvador, que contaba con 93 años de edad, según precisó ella.
“Yo era una viudita, no sabe, y ya no tenía nada allá en Méjico. Mis muchaquitos ya tienen sus familias y sus hijos. Pero, mire Ud. -seguía diciendo mientras sacaba unas cartulinas de su cartera-, yo fui de eso que le hacen a Udes.”. Yo leí las cartulinas y dije: “Ah, era Ud. fisioterapeuta”. “Si eso, mihijo. Para la Refinería de Méjico D.C. y otras empresas. Pero ahora con la artrosis ya no puedo y a mis 85 años no más que me alivian los imanes”. (La verdad es que llevaban unos guantes y una diadema a los que había pegado imanes y uno grande y con forma de rueda con el que jugaba entre sus manos.) “¿Sabe Ud.? Salvador me los pedía hace tiempo, llevo 16 años casada con él, aunque ya había perdido uno de sus ojos por la… (omito adrede el nombre de la enfermedad por la dignidad del hombre, aunque sí digo que es mortal de necesidad: sólo esperaban que se le parase el corazón un día u otro). Y no más enseguidita le tuvieron que extirpar el otro. Y yo me dije: Carmen, vamos a ayudar a este hombre tan bueno. Tú siempre has hecho el bien. Y me casé con él nada más conocerlo en el Salón del Reino…”. Y sí que debía ser cierto porque no se separaba de él ni de día ni de noche, según pude comprobar.
Ellos eran Testigos de Jehová -confesión que respeto como todas las demás- y no admiten parejas de hecho. Pero Carmen, la mejicana casada con Salvador, no sabrá nunca que nosotros fuimos testigos y activos de las manifestaciones que se celebraron en su día, los años 2013 y 2014, contra el cierre de ese Hospital donde yacía bien atenido su esposo, el hombre de los ojos muertos, aunque poco después muriera en la misma oscuridad. Aún conservo, y conservaré, los imanes que me dio con cariño para que me aliviasen cualquier mal, eso dijo y se perdió entre los numerosos enfermos y acompañantes que poblaban la cuarta planta.
Aniceto Valverde
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