(Y DOS) LA DETENCIÓN DE AL CAPONE
Nos habíamos quedado en el Bronx allá por los mismos años. Sí, en el Bronx neoyorkino, donde habitan las chicas que tanto le gustaban al filósofo Francisco Jarauta, por las razones que él mismo, de su viva voz, confesaba en la parte primera de esta historia que prometí llevar a Chicago allá por los años treinta.
Lo prometido es deuda y en Chicago tenía su emporio el mafioso Al Capone, nacido en Brooklyn (Nueva York), el más grande y temido mafioso: a los 27 años ya controlaba todo tipo de negocios ilícitos., incluida la prostitución. Si las chicas del Bronx llevaban una bala en el corazón, a las de Chicago ya no les cabía ninguna más —balas— salidas de aquellas metralletas de tambor al uso de la época. La hermana de un coleccionista de arte amigo de Al Capone, no quiso tener relaciones sexuales con él y —según se dice— mandó que los mataran (él nunca de machaba las manos). Y acabaron en un callejón como el que se ve en la foto o parecido llenos de plomo. Pero éste no fue un caso único. Cuando Capone se emborrachaba empezaba a insultar a las chicas. Ambas cosas ocurrían con frecuencia… Iguamente pasó a la historia la famosa Matanza de San Valentín.
El «Eco de Chicago» daba la noticia en su primera plana del día 4 de mayor de 1932.
En conclusión, donde no llega el FBI lo hace Hacienda. El caso de Al Capone demuestra que no siempre la mejor manera de perseguir a un criminal es llevarlo por la vía penal: otras estrategias pueden dolerle tanto o más. El mafioso, enriquecido con la ley seca, fue detenido el 17 de septiembre de 1931 no por crímenes en los que nunca se manchaba las manos, sino por evasión de impuestos. La historia es de todos bien conocida. Sólo añadiré una cosa. Me tengo por un ciudadano modélico, pero como creo que os pasa a muchos, le tenemos pavor al Fisco.
Aniceto Valverde
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