UNA NUEVA ‘GALAXIA’

Ya te he contado que el epicentro de nuestras operaciones pasó de ser el Centro histórico de la ciudad a su ‘Ensanche’ en una de cuyas zonas, la más cercana a la plaza de España en dirección al Nordeste, pues por ahí estaban las casas de Luisa y Begoña, así como el Instituto Nacional donde ambas estaban matriculadas en el Nocturno. Éramos aún unos críos, peo podía considerarse que ambas eran nuestra novias… Ah, y lo mal que me sentó a mí el primer porro al que nos invitó aquel golfante a ambos, ‘el Galgo’ y a mí mismo.

 

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EL ‘EMPAREJAMIENTO

Habíamos quedado ‘el Galgo’ y yo, Félix, en la plaza de España antes de ir al Instituto a ver a nuestras recientes amigas Luisa y Begoña que estaban allí matriculadas en el régimen ‘Nocturno’. Andaba yo algo confuso sobre la bondad de la idea de hacer esa visita en cuanto a mí interesaba. ‘El Galgo’ pasaba ‘mazo’ -aparentemente- del tema. Era mayor y mucho más duro que yo; si, tanto -como se dice- de Isidoro Máiquez, de su estatua… Encima se acercó un conocido suyo -no del genial actor- sino de ‘el Galgo’ que se empeñó en que nos fumáramos un ‘porro’ con él. Yo no quería ‘distracciones’. Encima iba a ser mi primera vez -si yo casi no fumaba ni tabaco- y además tenía miedo por si acertara a pasar por allí la Policía.

 

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LAS QUINIELAS (y 2)

Había cundido el pánico entre los miembros de la Peña Taurina «El Astado» por la misteriosa desaparición de don José -maestro de billar también- con el boleto premiado de la quiniela de la semana pasada.

‘El Galgo´ se recuperaba con milagrosa rapidez de la brecha que se había hecho en la cabeza al dar con ella en el pavimiento de la plaza de los Héroes de Cavite. Y ya andaba dando tumbos por la ciudad y especialmente por los alrededores de ese monumento.

En mi también dura cabeza, tampoco cabía un pensamiento más que no fuera sobre la ‘enfermerita’ Begoña. Como les pasaba a los de la Peña sobre don José, no sabía nada de ella.

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LAS QUINIELAS-1: LOS TRES MOTIVOS

Había llegado el lunes y tenía que hacer de nuevo el paripé de todas las semanas como si fuera a coger el camino de la escuela en la que yo creo, con fundamento, que ya ni se acordaban de mí. Había dos diferencias que me facilitaban el escaqueo, así como un ‘motivo poderoso’ para no ir; algo mucho ‘más potente’ que el ‘haraganeo habitual’ que me invadía por aquel entonces.

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EL SALTO MORTAL

Como siempre el grupo o la pequeña manada de golfillos secundaba y seguía al pie de la letra lo que se le ocurría a ‘el Galgo’. Lo natural hubiera sido al revés pues el animalico sigue a la presa o presas del cazador. Así que, tras la mala experiencia con la película de Bruce Lee en el cine “Central” ya estaban en la plaza de los Héroes de Cavite donde el líder quería dar una lección de arte marcial callejero.

 

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UNA TARDE DE CINE

Si nuestros padres habían ido a ver a Boris Karloff interpretar a ‘Fu-Manchú’, nosotros -me contaba Félix  ‘el Gato’- nosotros teníamos como ídolo a Bruce Lee. “Bueno, nosotros, más bien ‘el Galgo’ que luego repetía una y otra vez las posturas y golpes que le veía hacer en las películas.”

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Un hombre, antiguo militante comunista y exilado en Inglaterra, ha abandonado sus ideas políticas y vive en la capital londinense bajo la apariencia de un modesto anticuario. Un día recibe la visita de un cliente que conoce su pasado y le hace el encargo de conseguirle una pieza arqueológica, la que sea del siglo I de nuestra Era, de las muchas y valiosas que pueblan el subsuelo de su ciudad natal. El aparente anticuario acepta y, pasados muchos años, vuelve al país y a la ciudad que viven momentos convulsos, en plena Transición política. Ese ambiente convulso se va a trasladar a su esfera personal, a su ámbito más íntimo, al reencontrase con una mujer del pasado….

 

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TOMA TU MECHERO y UN EPÍLOGO ‘TRANSITORIO’

Dedicado al Alférez de Navío don Antonio García Más

 

Habíamos dejado a nuestro héroe ‘el Galgo’ entre los americanos del zippo y la mar, nunca mejor dicho. O se le ocurría algo o aquellos ‘tiparrones’ le iban a dar una buena. Y, del otro lado y en aquellos ya lejanos tiempos, los buques de la Armada atracaban de popa y había unos cuantos: los suficientes como para casi no dejar espacio en el cantil del muelle del Puerto de Cartagena como para arrojarse a la mar. Y, además, qué sentido tenía echarse a nadar tan cerca si así sería capturado rápidamente por los gringos o la propia Policía Naval. Cabía una idea cuya puesta en práctica, al menos demoraría un desenlace agrio.

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EL AZULEJO DE CERVANTES, UN PULSO, PERO ¿DÓNDE SE METIÓ ‘EL ZIPPO’?

La taberna estaba muy cerca del Puerto, en la calle que sube a la Muralla, al lado del “Azulejo de Cervantes”. Tenía las paredes revestidas como de medios troncos de madera y se hallaba distribuida en dos plantas: en la de abajo la barra y arriba todo lleno de mesas y banquetas de madera. El ambiente estaba siempre enrarecido, denso del humo del tabaco. Bullía el jolgorio de marineros españoles y norteamericanos, de los recién llegados a la ciudad, éstos vestidos de paisano. Y no recuerdo si Félix, ‘el Gato’ como le decían, me contó, muchos años después, que también los había franceses e italianos. No me extrañaría dada la trifulca que se armó… De vez en cuando sonaba la voz desgarrada de Bonnie Tayler cantando aquello de «It´s a heartache» («Un corazón roto o herido») o alguna otra canción tabernaria que alguien ponía en la gramola del local.

 

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LOS ´ZIPPOS’ AMERICANOS: HISTORIA Y MITO

El Félix y sobre todo ‘El Galgo’ los que habían visto eran Zippos que tenían eso de las rayas en el culo. Éste tenía un par de ellos. Todos se pirraban por uno o uno más, y la mejor forma de obtenerlos era de alguna manera (ya veremos en esta ocasión cómo) cuando había navegantes extranjeros de sus correspondientes Armadas en el Puerto de Cartagena. Hacía allí iban después de haber pasado un rato en los billares ‘Marfil’.

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