"Carne / Beef", óleo sobre lienzo / oil on canvas, 31,8 x 44,1 cm., 1815. Tate Galley (Londres, Reino Unido / London, UK). Wikimedia Commons
Siempre se acordaba de lo que le decía su maestro. «¿Qué diferencia hay entre un cocinero y un químico?».
"Carne / Beef", óleo sobre lienzo / oil on canvas, 31,8 x 44,1 cm., 1815. Tate Galley (Londres, Reino Unido / London, UK). Wikimedia Commons
Siempre se acordaba de lo que le decía su maestro. «¿Qué diferencia hay entre un cocinero y un químico?».
Había soñado para ti un otoño distinto, un tiempo de frutas otoñales, de olor a mandarinas frescas y a magnolias y a boniatos asados o castañas de algún puesto de la calle. Iba a tener la música de un poema de Mario Benedetti. Era temprano, las calles estaban todavía desiertas pero un tranvía con lentitud aún las recorría. No estábamos en Montevideo, sino en Cartagena. Hace allgunos años ya de esto; pero las alamedas de eucaliptos y delgados álamos eran las mismas entre las que el viento susurraba canciones otoñales. Esta mañana, camino del trabajo, cuando nos despedimos y te fuiste, la brisa me seguía hablando de ti y de nuestro amor cariñoso de esta época, cultivado con el paso de los años.
Segundo Premio Relato Corto, Certamen «Las Hermanillas», La Manchica
«Da vueltas molino blanco
para que la estrofa cante
gira octosílabo gira
que hace viento de levante.»
Carmen Conde
La toma de la ciudad, que dejará de llamarse Qart Hadasht, se producirá irremisiblemente hoy entre las 18 y las 20 horas (hora local), de acuerdo con el Programa de las Fiestas de Carthagineses y Romanos Edición XXXV.
Cartagena, XXXV Edición Fiestas de Carthagineses y Romanos
Aquella noche hacía un calor insoportable. Y ese bochorno se hacía sentir aún más en las hacinadas galeras romanas. Marco, el tamborilero de la VII Cohorte de III Legión romana, estaba embarcado en una de ellas, de las que comandaba Cayo Lelio. La galera está fondeada al lado de la isla de Escombreras, enfrente del puerto de Cartagena (o aún, de momento, Qart-Hadasht), ciudad que tienen sitiada por tierra también.
Cualquiera que aparezca estos días por la ciudad de Cartagena puede sufrir una auténtica catarsis. No en vano el monte «Sacro», de las cinco colinas que la bordean, era la dedicada a «Kronos» por los griegos y a «Saturno» para los romanos. Es, en definitiva, el pasillo del tiempo como las vías del suburbano de la novela «1Q84» de Murakami.
Ella sabe que si no es capaz de representar en su mente el ejercicio a la perfección tampoco conseguirá llevarlo a la práctica, a la ejecución, a la realidad de la misma forma sin mácula. Tenía veinticinco años y llevaba casi la mitad de su vida entrenando en los complejos deportivos de cada vez mayor nivel de su país. El número o cantidad de competidoras se iba ampliando y, consiguientemente, estrechando o disminuyendo las posibilidades de alcanzar el objetivo. Todas con el mismo sueño de clasificarse para los Juegos Olímpicos. En el caso de su grupo para las pruebas de salto de trampolín de piscina, clavado o, en plural, saltos ornamentales. Ella le tenía una especial afección al llamado de ‘tirabuzón’.
Había nacido en 1939, el año en que terminó la Guerra Civil española, en el seno de una familia humilde. Desde bien pequeña esta mujer aprendió las lecciones de la austeridad. En su caso, destacaba la ‘virtud’ de no comer pan blanco: una vez lo probó y le encantó siendo aún niña.
– ¿Qué pasa hombre, cómo estás?, le espetó aquel tipo a medias mulato y demás rasgos caribeños, como la boca de gruesos labios y nariz achatada como la del boxeador que en realidad era, en concreto de los pesos ligeros, de ahí que su cuerpo fuera esbelto, ligero y no inflado o hipertrofiado, aunque no había participado aún en las competiciones profesionales.