AQUEL FATÍDICO AÑO DE 1898 (4)
EL RESTO DE LA SOLDADA
No teníamos mucho donde elegir: las veinte pesetas de adelanto de la pensión de excombatiente de Matías estaban ya en las últimas, y el sotabanco de Caridad —porque era de ella, según supe después— resultaba acogedor.
Estaba en lo más alto del Molinete, atravesando ese ambiente que, entonces que estábamos en Semana Santa, contrastaba aún más con el resto de la ciudad, por cerca que ésta esté. Pasar de un ambiente a otro en tan corto espacio de tiempo era como esos cambios casi mágicos que luego sólo he visto en el cine. De repente uno entraba en esa maraña de cafés cantantes cuando acababa de dejar un ambiente piadoso de manolas y levitas. Pero allí, en El Molinete había también obreros y gentes que no hubieran tenido adonde ir de no ser aceptados entre aquellas gentes.
(Continúa)
Aniceto Valverde
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