LAS AVENTURAS DE ‘EL GALGO’ Y ‘EL GATO’ ( y 7)
TOMA TU MECHERO y UN EPÍLOGO ‘TRANSITORIO’
Dedicado al Alférez de Navío don Antonio García Más
Habíamos dejado a nuestro héroe ‘el Galgo’ entre los americanos del zippo y la mar, nunca mejor dicho. O se le ocurría algo o aquellos ‘tiparrones’ le iban a dar una buena. Y, del otro lado y en aquellos ya lejanos tiempos, los buques de la Armada atracaban de popa y había unos cuantos: los suficientes como para casi no dejar espacio en el cantil del muelle del Puerto de Cartagena como para arrojarse a la mar. Y, además, qué sentido tenía echarse a nadar tan cerca si así sería capturado rápidamente por los gringos o la propia Policía Naval. Cabía una idea cuya puesta en práctica, al menos demoraría un desenlace agrio.
Los americanos se acercaban a pasos agigantados. El Centinela -como era su obligación- no les dejaría subir a bordo; pero a ‘el Galgo’ tampoco. Éste se deslizó por el o los cabos que mantenían el buque atracado asido a o a los norays, por la banda de estribor, la más cercana al mar de Mandarache. Fue gateando por el cabo en dirección a proa hasta que su cabeza tropezó con el cono o disco anti-ratas que aparejan estos cabos para evitar precisamente que se colaran esos indeseables roedores. Vaya, eso no estaba previsto. Pero ¿por qué le apodaban a él ‘el Galgo’ sino por sus delgadas y largas piernas? De este modo se dejó colgar sólo de los brazos y echó las piernas (con notable esfuerzo de los músculos abdominales) al otro lado del artefacto. Llegó al extremo a proa del cabo y se lanzó a la mar.
Por la noche se volvieron a ver. Los americanos habían recibido órdenes de dejar pasar el incidente: nadie quería problemas por la gamberrada de un zagal. Y la gente, viendo que con la exhibición y posterior zambullida en el mar de ‘el Galgo’ se acababa el ‘espectáculo’ se marchó del lugar. Pero éste, por su parte, le contó al Félix que había llegado nadando al entonces llamado muelle del Espalmador y pasado el día por allí con los pescadores de caña hasta que escampara.
‘El Gato’, Félix, se metió la mano en el bolsillo de los pantalones, y dijo: “Toma”.
Y era el zippo del Demonio que tantos quebraderos de cabeza había ocasionado aquel día. “A fin de cuentas te lo has ganado. Si no te lo cojo cuando los americanos salieron de la Taberna corriendo a perseguirte, ahora estaría en el fondo del Puerto muerto de risa. Acho, no te diste ni cuenta. Yo ya tendré el mío propio”.
EPÍLOGO TRANSITORIO
Voy a contar el final de este relato inconcluso por paradójico que parezca de entrada. Habían pasado muchos años y durante ese tiempo también muchas Historias o Aventuras que seguiré o, al menos, intentaré narrar. Pasara lo que pasara el fin de lo que espero que algún día pueda convertirse en una novela es idéntico.
Félix, conocido antes también como ‘el Gato’ fue abandonando estas correrías en aras de una vida más ortodoxa. Para alegría de sus padres volvió a los estudios y se fue a hacer el Servicio Militar, al terminar el cual se reenganchó y siguió haciendo carrera hasta llegar a Suboficial Especialista en Rádar, que -junto a la de Sónar- eran las que en aquel entonces se impartían en Cartagena. No dejó, empero, de intentar que su antiguo compañero de correrías se buscase una vida mejor sobre todo libre de los graves problemas con que, cada vez más, se iba tropezando o buscando. Ya lo contaremos todo, pero el caso es que ‘el Galgo’ tuvo que marcharse de la Ciudad, además de por los numerosos enemigos que se había buscado, para recibir tratamiento.
Un domingo a mediodía de 1996, paseábamos Félix y yo por el Puerto. Acababa de aparcar allí un autocar procedente de Alicante y de él se bajaban sus pasajeros. Cuando nos vinimos a dar cuenta, un tipo con las piernas muy largas y delgadas como su cuerpo entero, estaba encima nuestra. Su cara denotaba el sufrimiento padecido y alguna cicatriz. Yo no lo reconocí, pero Félix sí: “Hombre Galgo, ¿qué haces aquí?”.
—He venido sólo para volver hoy a ver este mar. Qué belleza. Para que luego digan que esto “vino un mono se meó y lo hizo”, en lugar de ser una creación de Dios.
Eso dijo.
FIN
NOTAS A CONSIDERAR:
Quiero dejar tres cosas tan claras como Cervantes en su Azulejo:
1.- Estas Historias son absolutamente ficticias. Las peripecias de sus protagonistas son de mi absoluta invención.
2.- No soy partidario de violencia alguna, salvo la que, en estricta aplicación de las leyes, se ejerza en legítima defensa.
3.- Ni soy fumador en sentido estricto ni pretendo fomentar el uso del tabaco.
Aniceto Valverde Conesa
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