PALABRAS PERDIDAS
El tesoro de las palabras.
A DOS METROS DE TI
(En apoyo a la Cultura)
PALABRAS PERDIDAS
Que las palabras resultan algo peligroso es algo que no por notorio en condiciones normales, resulta menos en esta maldita época que nos está tocando vivir. Quizás por ello las Administraciones, como dice mi amigo Alfredo Ávila y yo comparto, no estén haciendo lo suficiente. No vayan a pensar más de la cuenta, imagino que se dirán.
No bastaba con la competencia de Amazon para guardar las distancias incluso sociales: ellos se encuentran en la lejanía de un gráfico desesperante por donde se supone que geográfica o logísticamente discurren las palabras. A veces desesperante pese a su normal, y maléfica, eficacia. Toma Prime y lo tienes a la puerta de tu casa casi menos del día siguiente al pedido. Me confieso pecador: yo también les compro; eso sí, lo menos posible. Se deben haber hecho de oro en estos difíciles tiempos para el resto de las actividades económicas, con expresa inclusión hoy, de las culturales. Pero no digo más que obviedades hoy, cosas de todos conocidas. Así que ahí vamos.
Como se ve en la ilustración, lo novedoso esta vez es que la distancia de seguridad se ha de mantener “entre lector y lector”. Pero esto, con perdón y todo respeto al redactor del membrete, es imposible. Y no lo es cuando hay afinidad de gustos, puesto que, en estos casos, el libro es el puente inquebrantable entre dos o, peor aún para la seguridad anti COVID-19, más personas: un botellón literario y/o cultural. Tampoco estoy hablando de lo que se denominan best-sellers si usamos el término en su sentido peyorativo, calificativo que, por otra parte, también podría atribuirse a mis folletines, o sea a este tipo de textos que se publican con la periodicidad propia de un diario o periódico aunque la modernidad nos haya llevado al soporte informático o telemático Me resistiré siempre a emplear la palabra virtual versus analógico, pues en todo caso la analogía -la copia– se da entre las modernas tecnologías y las antiguas. Un periódico digital es análogo al sabroso olor a tinta de aquellos en lo que el columnista debía pensar en lo que al lector le gustará tener ante su mirada incisiva mañana por la mañana, en este país de tan escasa o nula tradición de prensa vespertina, aunque esto puede haber cambiado también con la tecnología.
Yo soy ese hombre, la persona que se esconde detrás las líneas y entre las palabras. ¿Soy un autor del que se deba mantenerse la distancia de seguridad o mucha más?
La verdad es que no lo sé. Lo que sí tengo claro es que ahora, en estos difíciles momentos se hace preciso apoyar la cultura y la cercanía de quienes de verdad son autores, son creadores de libros, de teatro, filósofos… Y están aquí a la mano. ¿Es que no puede ser genial en esto un tipo con el que coincides en la tienda del barrio mejor que el de la productora del Hacendado?
La lamentable historia es que yo conozco una persona, y esto es una historia real, que fue perdiendo palabras de curso legal, como si fueran un reguero de su alma inmortal de autor real. A esas personas las estamos haciendo pobres y con ellos a nosotros mismos, desgraciadamente.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!