CARNE Y HUESOS
"Carne / Beef", óleo sobre lienzo / oil on canvas, 31,8 x 44,1 cm., 1815. Tate Galley (Londres, Reino Unido / London, UK). Wikimedia Commons
Siempre se acordaba de lo que le decía su maestro. «¿Qué diferencia hay entre un cocinero y un químico?».
Tenía la pieza totalmente recostada sobre la madera que aún escurría la sangre. Previamente la había desollado por completo y ahora estaba en la mesa boca arriba. Esto es un decir, puesto que, de entrada y para mayor comodidad, había separado la cabeza del tronco, dejando aquélla sobre el poyete al lado del alto grifo de la pila donde también lavaría sus vísceras, especialmente los intestinos a los que, en algunos lugares, llaman mondongo. Él no sabe si llegaría a tanto, al menos en esta primera ocasión, puesto que tienen un sabor muy fuerte y más pesada digestión; bueno, ya los colocaría en el mercado a buen precio, a su juicio no aportaban el gusto que él deseaba darle para la ocasión. El resto iría a parar a la olla. Y parecía que no, pero a fe mía que le daba para dos semanas de pitanza o, casi mejor mientras buscaba otra ‘pieza’, para el banquete. “Trocito a trocito”, como decía Jack ‘el Destripador’. Je, je, je.
Su maestro siempre le decía, a modo de letanía y pregunta retórica “Mario, ¿en qué se diferencia un químico de un cocinero?… Pues, claro, hombre, nosotros siempre probamos nuestros experimentos y los amañamos con salsas si es menester.” El maestro se llamaba Jacobo.
A los cocineros de la época, como graduación, se les exigía preparar un banquete para los otros maestros y aprendices del gremio. No era tanto como la talla de una figura sagrada como se veían obligados a realizar con sus propias manos los aspirantes a arquitectos, pero sí que había que quedar bien. Tanto como para cocinar al propio maestro y servirlo a los demás. “Nadie hace ascos de sí mismo”, también era otra de las frases preferidas de Jacobo, maestro de cocina por el que todos preguntaban para felicitarle por el alto nivel que había inculcado a Mario, su aprendiz y ahora ya maestro cum laude.
Aniceto Valverde
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