LA JUNTA `POSTMORTEM’: SÓLO PUEDE QUEDAR UNO
Una muestra más del civismo playero
Para contar esta historia hay que partir de varias premisas, aunque a la postre “sólo quede uno” de la Junta vecinal playera de todos los años.
Hay que creer que el Presidente es un tipo honesto que está en el cargo por sorteo efectuado en la junta del año anterior y no un ‘Trapaza’ que incluso pida dinero a la Administración para mantenerle el contrato con la Comunidad que preside. Asimismo hay que creer que dicha Administración es igualmente profesional y honesta y no tiene a sueldo a albañiles, fontaneros y demás oficios que se encarguen, en régimen de monopolio, de ejecutar las chapuzas u obras necesarias y pasarle el tanto correspondiente.
Podríamos pensarlo en sentido contrario, pero el resultado va a ser el mismo.
Otra cosa ajena al personal. Estamos hablando de una comunidad de apartamentos que fue diseñada en su momento para extranjeros deseosos de tranquilidad. Un urbanismo completamente inverso al uso de la familia ‘typical spanish’ que, con abuelos, tíos, primos, sobrinos y demás parentela, se fue haciendo con la propiedad de los apartamentos (con amplias terrazas para tomar el sol en soledad…) y desplazando a los ‘güiris’ anteriormente citados que a la vista de la que se avecinaba, fueron poniendo pies en polvorosa a la mayor brevedad.
El propietario Sr. Martínez C. se afeitaba mirando del reojo el cajón donde guardaba el ‘Colt 45’ que pensaba ceñirse para la Junta.
Mientras tanto, otro Sr. Propietario, colindante con el anterior sólo disponía de un robusto hueso de jamón… Otros tenía una quijada de burro y, al que menos, no le faltaba la navaja de gran tamaño, cualquiera que fuera su mecanismo.
Todo tiene su explicación. El Sr. Martínez C., propietario del apartamento de primera línea de playa había ampliado su salón, dormitorio, cocina ‘americana’ a base de comerse la esquina de la gran terraza, lo que impedía a los de atrás ver un filo de mar al que, indudablemente, tenían derecho. Era el más odiado…
El siguiente propietario, a su vez, se había comido el rellano de la escalera, adelantando la puerta de su apartamento hasta la barandilla.
Otra más -no vamos a ser sexistas- se había construido un penthouse sobre su genuina propiedad. Ésta portaba una katana de afilado filo y era la más detestada por la Administración.
Y así podríamos seguir hasta donde se ha dado la verdadera casuística y la imaginación alcanzase…
El Presidente declaró abierta la sesión. Y comenzaron los tiros y puñaladas. Tuvo que levantarla en solitario ya que, por las extraordinarias afrentas, los odios mutuos y la falta de capacidad de cumplimiento de las normas y de diálogo, se mataron sin piedad los unos a los otros, incluida la Sra. del penthouse y la representante de la Administración por si las moscas. El Presidente se salvó de milagro. Era un pobre hombre al que la Guardia Civil encontró llorando bajo la mesa. Creo que después intentó donar su apartamento a una ONG de rehabilitación y reinserción social, pero no tuvo tampoco éxito e igual que la sala de reuniones quedaron como museos de un nuevo aunque reducido holocausto. Y él, como estaba claro a todas luces, estaba solo, completamente solo, tanto que decidió ingresar en una orden monacal.
Aniceto Valverde Conesa
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