AQUEL FATÍDICO AÑO DE 1898 (2)

SUBSISTIR DE PRESTADO

Como quien no quiere la cosa, nos metimos en la Semana Santa de 1899. La desaparición de la talla de la Virgen, una escultura antigua y venerada, dicen que de los primeros tiempos, como la Catedral, tiene muy preocupada a toda la ciudad: no se sabe, incluso, si su procesión podrá o no salir a la calle.

Matías Cortes aún viste el maltrecho uniforme con el que volvió de Cuba. Se busca la vida como puede ya que las veinte pesetas que recibió a cuenta de su pensión no dan para muchas alegrías. Las siete con cincuenta reconocidas nunca llegará a cobrarlas. Comer un día no costaba menos de una peseta. Pero ha tenido suerte de volver. Yo mismo, Juanico de Santa Lucía, he perdido a mi único hermano en la guerra. Matías y él eran amigos desde pequeños. Yo esperaba. El “Numancia” atracaba. Al verme, Matías Cortés me dijo: —Llévame a tu casa, Juanico—. Y yo ya supe que nadie más vendría a bordo para mí. No lloré, pues había pasado tanta desesperanza durante aquel tiempo, durante aquella fatídica época, que casi fue un alivio para mí el fin del anhelo de la esperanza.

Aniceto Valverde.

La imagen corresponde a una escultura cercana a la de los Héos de Cavite. Simboliza la solidaridad para con las víctimas de todas sus manifestaciones.

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