SOLVENCIAS ARQUEOLÓGICAS DE CARTHAGO, S.L- 2

MENSAJES DIVINOS EN EL MÓVIL

Recibir un sobre que un desconocido le ha dejado al camarero del bar donde uno suele desayunar, y varias veces porque su negocio de investigaciones y solvencias arqueológicas es una ruina, y que en él se contenga una nota con un dibujo y las letras ‘tnt’, no tiene ni pizca de gracia. En cambio, cuando uno abre la puerta y lo primero que ve apoyada en una de las jambas es una chica como aquélla, el miedo deja paso a otras emociones, te comas o no una rosca luego.

 

 

Aquella mujer quería que buscara a un hombre (yo pensé que había que estar loco o tener una razón muy poderosa para no dejarse localizar por una persona así, y que aunque ésa no fuera mi especialidad, tampoco estaba para hacerle ascos al trabajo después de que en meses no crecieran más que las telarañas y los números rojos en nuestra cuenta corriente.) Se fue dejándome un anticipo y una foto del tipo al que quería que buscase. Y me advirtió: “Búsquelo, y vigílelo discretamente. No se acerque ni tome contacto con él bajo ningún pretexto”. Conté el dinero y luego me puse a observar la fotografía: yo había visto antes a ese hombre con esa cara tan ancha. Pero no tenía ni idea de cómo o dónde empezar a buscarlo, y antes tenía que resolver aquel otro asunto del dibujo de la casa y las misteriosas iniciales –‘tnt’- que aquel generoso desconocido había dejado para mí en un sobre en el bar. Mi confianza en que el negocio tenía futuro subió unos pocos enteros desde su nula cotización anterior.

Utilicé el viejo truco de acercar el papel con el dibujo a una llama. Me tuve que conformar con la de mi encendedor, a falta de velas, lo que me hizo pensar en lo conveniente que sería tener algunas para el probable supuesto de que la compañía nos cortara la luz por falta de pago. Y así aparecieron esos números, que como no creo en que me vaya a tocar algún día la lotería (entre otras razones porque no compro casi nunca), atribuí de inmediato a un número de teléfono. Cogí el móvil y marqué el 277782833. En la pantalla aparecieron unos caracteres en vez de los números: el aparato lo había dejado preparado para enviar un mensaje de texto a mi socio en el que le pediría un nuevo préstamo. No usa eso del Whatsapp. Salí al menú normal de llamadas y volví a teclear el número. Una voz de hombre desde quién sabe qué lugar me contestaba: “Ha sido muy rápido en averiguarlo ‘monsier’ Moisés. Sabía que Ud. me serviría para este trabajo.” Y mientras seguía oyendo su voz al otro lado de la línea telefónica yo pensaba que había sido un auténtico imbécil por no darme cuenta antes de que las letras ‘tnt’ del dibujo significaban Tanit, o lo que es igual, la palabra ‘Astarté’, que había aparecido de aquella forma casual (tecleando 2-777-8-2-8-33) en la pantalla de mi móvil.

 

Continúa

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