ÁCIDO 1 «MOTOR DE DESARROLLO»

Primera entrega de un relato que muestra la situación de Cartagena a principio de los años 80 del siglo pasado.

Desde que tuve uso de razón recuerdo a mi padre con el mono ennegrecido volviendo a casa de la mina. Y es que por aquel entonces la minería del plomo era la base de la economía de Linares, en la provincia de Jaén y en clara rivalidad con la capital, Jaén, algo así como pasa o pasaba entre Cartagena respecto de Murcia capital.

Pero lo importante es que el trabajo era duro, muy duro, como todo el que tiene que ver con las minas y, peor, según se trate de lo que se extrae de ellas.

 

Se suele decir que “no hay mal que por bien no venga” (yo lo diría al revés; es decir: “no hay bien que por mal no venga”). La minería fue descendiendo paulatinamente desde comienzos del siglo XX hasta su abandono definitivo en los años 90. Pero en Linares, a principios de los años 60 del siglo pasado se instaló “Santana Motor, S.A.” la empresa fabricante de los famosos y robustos Land Rover. Mi padre abandonó la minería ya que fue aceptado como productor -que así se llamaba a los trabajadores durante el franquismo- en esa empresa de automóviles los que, la verdad, tengo entendido que eran muy buenos.

 

El caso es que en casa cundió la euforia y como yo acababa de terminar los parvulitos justo en 1960, mi padre dispuso que fuera a la capital, a Jaén, a estudiar en el Colegio de los Hermanos Maristas la llamada EGB (Educación General Básica), cuyos estudios eran gratuitos. Pero yo, al ser linarense debía permanecer en un régimen de semi-internamiento. Quiero decir que pasaba la semana en los dormitorios del colegio y los viernes me iba a mi ciudad con mi familia hasta el mediodía del domingo en que volvía a tiempo de ver gratis, pues decían que el entonces príncipe Juan Carlos había hecho una donación para ello, la película que ponían en el enorme (así me lo parecía a mí y debía de serlo) salón de actos. Lo mismo echaban “El Cristo del Mar” que “Tiempos Modernos”, de Charles Chaplin. Eso sí, siempre precedidas del “NODO” en el que aparecía el Generalísimo inaugurando pantanos que paliasen la “pertinaz sequía”.

Los alumnos que vivían más lejos habían de pasar en el internado del colegio hasta las vacaciones que correspondiesen.

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