LOS OJOS DE LA PARCA

 

LOS OJOS DE LA PARCA

Cuando uno ha visto varias veces de cerca los ojos de la Parca. O La ha visto cerca de algún ser querido. Pero, especialmente, en el primero de los casos ha sentido su mirada penetrante y olido su aliento no tiene miedo, sino al mismo miedo, pues todo es contingente y provisional y sabemos que estamos de paso. Y somos conscientes de que se impone un vivir día a día. Lo que no hagas hoy quizás no esperes hacerlo mañana. Carpe diem, se dice; pero tampoco hay nada más cierto que hay que vivir lo más alejado de la toxicidad que se pueda, puesto que el abuso por tu parte debe evitarse a toda costa. Además, aléjate del pesimista que sólo busca amargarte el día, y usa tu nuca como basurero psíquico para depositar en ella su frustración. Pon tierra de por medio de esa gente hasta que veas arder las palmeras de Jericó y no mires nunca atrás.
El miedo a la Parca no lo es, sino al daño que pueda hacerte su afilada guadaña. De ello que morir con dignidad sea un derecho inalienable.
Estos días se celebran en Cartagena las Fiestas de Cartagineses y Romanos. No quiero aguarle el tema a nadie con mis sentimientos. Todo lo contrario. Estoy haciendo una exaltación a la vida a la vida sana. Pero no es menos cierto que muchas vidas se perdieron en la II Guerra Púnica… Y que acabamos de asistir a una catástrofe que ha puesto en riesgo la existencia de muchas personas, y se ha cobrado, como tributo, alguna. Su nombre, sincopado (abreviado) de mujer DANA cual si hubiera sido la diosa DIANA que hubiera puesto en nosotros el objetivo de su dardo. Cuánto dolor.
Existe un bellísimo cuento probablemente perteneciente a “Las mil y una noches”. Se titula “El jardinero del Príncipe”. Dice algo así:
«Estaba un mañana el jardinero del Príncipe cuidando el jardín de sus rosas. De repente se le apareció la Muerte.
» Asustado el jardinero, corrió a ver al Príncipe. Le dijo, Majestad, me he encontrado con la Parca y me ha mirado mal. Necesito huir a Isphajam.
» El bondadoso Príncipe le prestó su más brioso corcel. Y el jardinero partió de inmediato a toda velocidad.
» Por la tarde paseaba el Príncipe por su bello jardín de rosas cuando se volvió a aparecer la Parca. Le dijo: “Muerte ¿por qué miraste mal a mi jardinero?”. Y Ésta le contestó: “No lo miré mal, sino con asombro, pues tengo con él hoy una cita en Isphajam”».

Vive, vive al día sanamente y quizás prolongues o no su visita. Pero sobre todo su mortífera guadaña acabará con tu feliz existencia de esa misma forma. Con el menor daño posible.

Aniceto Valverde Conesa

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