AQUEL FATÍDICO AÑO DE 1898 (5)

Al amparo de las Caridades

No teníamos mucho donde elegir, la verdad sea dicha: las veinte pesetas de adelanto de la pensión de excombatiente de Matías estaban ya en las últimas, y el sotabanco de Caridad -porque era de ella, según supe después- no estaba mal.

Se llegaba a él, ubicado en lo más alto de El Molinete, atravesando ese ambiente que, entonces que estábamos en Semana Santa, contrastaba aún más con el resto de la ciudad que, la verdad sea dicha, se encontraban muy cerca formando unas líneas paralelas que casi no se tocaban mucho. Pero esto era sólo para los zagales, un cambio de planos que sólo he visto en el cine, muchos años después. De repente uno estaba en una maraña de cafés-cantantes, cuando acababa de dejar un ambiente piadoso de manolas y devotos. Pero allí, en el Molinete, también habitaban obreros y gentes que, como nosotros, no hubieran tenido adonde ir de no ser aceptados entre aquellas gentes.

Ahora que lo pienso y pongo orden en mis recuerdos de aquella época, repetiré que Matías Cortés vino salvo y sano -aunque con plomo mambí en las entrañas- para morir en su tierra, caigo en la cuenta, se me ocurre que tal vez fuera aquella noche, cuando él tuvo por primera vez, noticia del crimen.

En la “Taberna la Turquesa”. De madrugada, Matías toma una copa. A su lado puede escuchar: “Larsen, ten preparada la “Escarpela Roja” al amanecer. Un fallo te costará la vida.”

 

Aniceto Valverde

 

(Continúa)

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