LAS AVENTURAS DE ‘EL GALGO’ Y ‘EL GATO’ (17)

UNA NOCHEVIEJA PASADA POR AGUA

Tras estos días sin vernos y sin que, por tanto, te pudiera seguir dando cuenta de nuestras andanzas, para seguir, te refresco un poco la memoria. Estábamos en que nos había tocado un premiecillo en la Lotería de Navidad: un duro por peseta invertida. Ya sabes que es un decir. De tocarnos nada y si acaso fue a la Luisa y a Begoña (que lo organizó todo) que eran las que tenían los dos talonarios de papeletas o participaciones para el viaje de estudios de una compañera mayor y ni ellas ni nosotros, ‘el Galgo’ y yo, Félix, habíamos vendido ninguna. Pero hicimos como quien no quiere la cosa y Begoña puso el dinero para pagarlos como si los hubiéramos endosado todas sus papeletas y fuimos cobrando el premio de la misma forma…

Vaya Navidad que nos pegamos. Comíamos los cuatro juntos todos los días en el «Andaluz», previo el garbeo matutino que nos dábamos ‘el Galgo’ y yo por el «Bar Sol» o el «Arlequín»… Aunque, como ya he apuntado, aquello venía a ser una tregua en las mermadas relaciones entre mi amigo y yo.

Por las tardes, la rutina gozosa variaba ligeramente pues, mientras nuestras respectivas novias iban a hacer alguna compra (no paraban de regalarnos cosas), nosotros pasábamos el rato en los recreativos «Galaxia» (los de su barrio, no los «Marfil»). Y después nos volvíamos al centro de la ciudad e íbamos bien a las tascas como «La carreta» -donde veíamos el cabezón vino de pasas- bien a «La Tortuga» que era otro bar del estilo del «Arlequín» en el que te podías tomar cualquier infusión , incluso con alcohol como el llamado tegui, o sea té con whiskey,. O ya, en plan lujo total a uno que se llamaba «Wai-kiki» donde te servían cualquier tipo de cóctel y también solía haber música en directo muy suave, romántica como la de «Los Panchos» que tocaba un hombre al piano. A Begoña le encantaba el sitio y se ponía de melosa conmigo que te cagas con lo cual yo me dejaba llevar. De hecho, la Nochevieja la pasamos en -digamos- la sucursal que tenían en La Manga que además era todavía más exótica. Pero ‘el Galgo’ decía que aquello parecía una mariconada con lo que me dio un toque de narices más, aunque no se lo tuve en cuenta porque lo conocía de muchos años y porque era consciente de que él se daba cuenta de que empezaba a crecer la distancia entre nosotros.

Pero yo no iba a eso, sino a contar que teníamos las llaves de un apartamento en una urbanización cercana al «Wai-kiki» de La Manga e íbamos a dormir allí y por la mañana coger el autobús de vuelta a Cartagena. Ah, se me olvidaba, por la tarde estuvimos en una discoteca que se llamaba «Charlie Brown» y, acabada la sesión de los adolescentes, nos fuimos al pub tropical.

Fuimos al apartamento y nos metimos cada pareja en una de sus dos habitaciones -qué suerte-. Estábamos cansados Begoña y yo y no había planes. Pero sí que nos regalamos las más tiernas caricias y nos dormimos acurrucados. Hasta que nos despertó la Luisa medio desnuda diciendo que ‘el Galgo’ estaba muy nervioso y agitado, y que había discutido con ella. Algo se había tomado a nuestras espaldas que le había puesto así. Hablé con él y conseguí que se serenase lo suficiente como para que su mente razonase lo suficiente, le fuera remitiendo el ataque de nervios (había unos sobres de tila en la casa) y me confesase que se había tomado unas o, mejor dicho y para bien, una anfetamina para no dormirse. Y que lo había hecho otras veces, en estos últimos tiempos, por los madrugones que se daba para trabajar en la Lonja y que era la primera vez que le producían ese efecto. Nos pidió disculpas y juró que no lo volvería a hacer. Pero que esa noche no lo dejáramos solo. Así que yo me quedé con él en el salón-cocina americana del apartamento y las chicas se fueron juntas a la habitación donde antes estábamos Begoña y yo. Hala, el resto de la noche en vela…

Si la Navidad había empezado de maravilla con el tema de la Lotería, aquel Año Nuevo comenzó malamente. No obstante, como no estaba dispuesto a que ocurriera la mismo la Noche de Reyes, tomé mis medidas. Pero que conste que jamás he conocido a nadie que hiciera tanto por otra persona como la Luisa por ‘el Galgo’ y yo mismo que seguía queriéndolo como amigo después de tantos años de aventuras, de zascandilear por Cartagena.

 

(Continuará)

 

Aniceto Valverde Conesa

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