AQUEL FATÍDICO AÑO DE 1898 (Y 8)
El héroe de Cartagena
Así que aquella noche, Matías Cortés, después de haber venido de Cuba, de aquel triste episodio de la Historia acaecido en 1898, y con plomo mambí en el cuerpo, pero vivo para contarlo, si es que se puede o podía vivir o malvivir aquí con una pensión que nunca llegó a cobrar, excepción hecha de las veinte pesetas que, recibió como adelanto, según se afirmaba desde el Gobierno, estaba a pesar de todo alegre. Él sabría por qué.
Un par de noches anteriores, Matías se quedó sorprendido por una conversación entre un maleante llamado Larsen y otro marino extranjero en la Taberna “La Turquesa”, que él creía simples contrabandistas y no herejes también.
Me dijo a mí que iba a salir a tomarse algo más, que iría con Caridad y yo me durmiera tranquilo.
Pero ni fue con ella ni a la Taberna. Aquélla -Caridad- apareció en la casa a media noche. Me desperté, vi la hora que era y le pregunté: ¿Pero tú no has estado con Matías?
—Vamos corriendo Matías corre un grave peligro… Ve en busca de don Marcos e id hacia la catedral.
—Pero ¿qué pasa?
—Algo que no debe ser bueno ni para él ni para la ciudad.
Pero cuando llegaron al templo ya era tarde. El sacristán yacía degollado sobre el altar. Pero el reguero de su sangre apuntaba a la calle del Cañón y por ende hacía el Puerto de la ciudad.
Don Marcos y yo mismo dijimos al unísono: “Allí está Matías, sin duda”. Y nos fuimos corriendo para allá.
Se escucharon dos disparos. El primero lo hizo Matías y dejo a Larsen lo suficientemente malherido como para arrebatarle la talla de la Virgen. Ante el estruendo que se formó, los malhechores embarcaron en “La Turquesa”, no sin antes despedirse a tiros. El de la mauser de Larsen impactó de lleno en el corazón de Matías Cortés, el hombre a quien ya lo único por entregar a su patria era su propia vida.
Aniceto Valverde
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