Listado de la etiqueta: Cartagena

Le vi venir del Puerto, como si acabara de desembarcar, y aunque hay una distancia considerable entre la escultura del Marinero de Reemplazo -donde él se hallaba- y la entrada al establecimiento “Efectos Navales” donde yo pensaba entrar o de hecho estaba a punto de hacerlo, pude darme cuenta de que era un tipo alto (metro ochenta aproximadamente) y fornido que vestía el uniforme de alguno de los Cuerpos de la Armada; en principio -por mi ignorancia- no supe distinguir cuál, sino hasta que estuvimos los dos en la tienda. Era del Cuerpo de Veterinarios.

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Le habían despedido del trabajo después de casi treinta años de dejarse allí la piel. Le dieron una miseria de indemnización igual que de paga o pensión. Estaba en los 50. Su mujer se acababa de divorciar de él y en el proceso se había barajado la posible concurrencia de malos tratos por su parte hacia ella, aunque nada se demostró porque no era cierta más que la mala racha que llevaba.

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Ilustración por Jesús Manuel García*. Todos los derechos reservados.

Para Pedro José

Nos habíamos quedado en los rollicos bendecidos que compraban y nos daban nuestras madres y la abuela cuando ella aún tenía recuerdos… Y por las Fiestas del Santo Patrón del Barrio, que no eran ahora.

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Recuerda que era un día en el que la primavera ya asomaba sus verdores, aun cuando en la ciudad fuera cada vez más escasa la vegetación. Lo sabe porque el sol ya entraba por el gran ventanal de la cafetería “Amazonía y era la misma hora a la que acudía junto a sus compañeros, como casi todos los del año, a hacer la parada del trabajo en la oficina para el desayuno (o un croissant si era por la tarde). Y aquélla era la cafetería de la zona donde más crujientes ponían las tostadas y mejor el aceite de su aliño; sin olvidar el hecho de que, con la misma certidumbre, acudían diariamente las muchachas empleadas de la Biblioteca municipal. En sus vestidos, libres por un rato de la aséptica bata blanca, se palpaba igual e imaginariamente esa incipiente primavera, más espléndida si cabe tras un invierno duro en sus rigores que a él le había hecho caer en cama en varias ocasiones y forzado, las más, a ir al trabajo al borde de la sobredosis de antigripales. Su salud ya no era la que había sido.

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Se habían ido de Cartagena hacía muchos años. Fue tras el nuevo desarrollo industrial de la ciudad, después del montaje, la puesta en marcha de la Refinería de Escombreras y algún tiempo de trabajo en sus instalaciones en asuntos de ingeniería y procesos químicos. La empresa lo llamó para que fuera a la central en Madrid, a un puesto de gran responsabilidad, sin duda por los méritos que había hecho en su gestión en nuestra ciudad. No obstante, primero pasaron unos dos años en Tarragona en los que él participó, nuevamente, en la puesta en marcha de su planta industrial de refinado de petróleos. Aquí, en Cartagena, dejaron una gran parte de su familia y muchos amigos que, entre otros, habían sido compañeros de trabajo y optaron por quedarse en la planta de Escombreras.

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NADA QUE LA TERNURA NO QUISIERA

El Galgo’ nos dio  la Nochevieja, o ya la madrugada de Año Nuevo cuando dormíamos un ratico -por parejas- en aquel apartamento de La Manga cuyas llaves me había dejado el hijo de un amigo de mi padre que se dedicaba a gestionar su alquiler y venta y que, a su vez, era amigo mío: el tío –‘el Galgo’, quiero decir- se había comido una dexedrina (una anfetamina muy fuerte) y le dio un ataque de nervios o ese efecto de agobio y angustia que da la aceleración del corazón como si estuvieras preso o atrapado y no pudieras librarte de la cadena psicológica que te atenaza.. Y menos mal que yo supe tranquilizarle porque las chicas, la Luisa y Begoña, lo pasaron muy mal.. ‘El Galgo’ cuando se le hubo pasado el efecto prometió no hacerlo más. Él con lo nervioso que era ya de natural, pues no era plan echarle más leña al fuego. Y pareció haberlo comprendido. Hay que ve lo que influyen las circunstancias sociales y económicas en estos peligrosos temas.

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UNA FELIZ NAVIDAD

Jo, macho, no quiero ni contarte la Navidad que pasamos armados con las treinta mil pesetas que nos habían caído del cielo al tocar uno de esos premios de pedrea -a duro por peseta en nuestro caso-, que se jugaba al número de las papeletas dos de cuyos talonarios habían sido entregados a la Luisa y a Begoña, respectivamente, por una compañera del tercero del Instituto y que eran en realidad para sacar algún dinerillo de ayuda para el viaje de estudios que tenían previsto hacer. Ellas, nuestras novias, se habían olvidado completamente del encargo y no habían vendido ni una sola de aquellas participaciones. Empero, pagamos el nominal’ y fuimos cobrando poco a poco el premio.

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AMOR Y VIOLENCIA

Sí, yo podía haber sido toda mi vida un romántico. Contaba mi madre que tenía yo apenas cinco años (precisamente en el tiempo en que me llevó a la barbería del tío Venancio y éste me hizo el ‘corte a la taza’) y me dejaron para salir ‘de matrimonios’ al cuidado de la hija de unos vecinos a la que apodaban  ‘la Pirrina’, bueno pues a lo que se ve yo ya no quería jugar con nadie más… Porque, de qué sirve ser un romántico sin persona a la que amar, aunque sea de forma platónica. Y ahora era Begoña el objeto de mis sentimientos. Sí, aquella chica de pelo rizado y azabache como sus ojos, esbelta y culo respingón, me había cautivado. Y lo mejor de todo es que ella parecía corresponderme.

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UN ARTÍCULO DE PAZ QUE POSIBLEMENTE NO GUSTARÁ A NADIE

Escribo estas líneas desde el corazón aun a sabiendas de lo dicho: no dejarán satisfecho a nadie.

La Entrada consta de dos partes: un audio en inglés y su traducción al español y el texto que, con ayuda de la Divina Providencia, sea capaz de escribir.

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El día 18 de julio de 1938 en Barcelona el Presidente de la II República española, Manuel Azaña, pronunció el discurso -y nunca mejor dicho- conocido como el de las «tres P» (Paz, Piedad y Perdón).

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