– ¿Qué pasa hombre, cómo estás?, le espetó aquel tipo a medias mulato y demás rasgos caribeños, como la boca de gruesos labios y nariz achatada como la del boxeador que en realidad era, en concreto de los pesos ligeros, de ahí que su cuerpo fuera esbelto, ligero y no inflado o hipertrofiado, aunque no había participado aún en las competiciones profesionales.

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Yo fui quien te traje aquí para que aprendieras el nombre y los secretos de los vientos. Para que supieras que Eolo los hace oscilar en el gradiente de la brújula y ni la componente ni la fuerza es exacta ni, por supuesto, la misma, sino que puede ser racheada, por ejemplo.

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Verán, soy un tipo muy despistado, siempre voy corriendo a todos lados y aunque sea el caso de que -por alguna extraña y extraordinaria razón- me mueva más despaciosamente por la vida, no logro, pero oiga, que no consigo quedarme con la cara de la gente. Incluso si le visito en su domicilio o tomo un café con Ud., su imagen se desvanecerá en mi memoria pasados unos minutos de la entrevista. Y no sé si habré estado con Juan o con Lola.

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Hace muchos años sirve a mi arte (aunque parece que fuera ayer) una criadita agilísima, y por eso nada primeriza en el oficio. Se llama Fantasía.

¿Qué autor podrá contar alguna vez cómo y por qué un personaje nació en su fantasía? El misterio de la creación artística es el mismo misterio del nacimiento.

Luigi Pirandello. “Seis personajes en busca de autor”. E-BOOKARAMA. Este relato se basa humildemente en la obra de Pirandello.

 

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“La literatura no nació para dar respuestas, tarea que constituye la finalidad especifica de la ciencia y la filosofía, sino más bien para hacer preguntas, para inquietar, para abrir la inteligencia y la sensibilidad a nuevas perspectivas de lo real.” Julio Cortázar.

 LOS CASOS PRÁCTICOS DE DON ABDÓN

Este es un relato de ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bueno es, en realidad, uno de tantos casos o supuestos prácticos que nos ponía el catedrático don Abdón González para su resolución y debate en sus amenas y legendarias clases.

No había quien le ganara ni imaginación ni coherencia de pensamiento ni en capacidad de observación. Pero tampoco en humildad. Se le podía ver dar paseos en solitario por los jardines del campus dialogando consigo mismo hilando estas historias que convertía en ejercicios prácticos hechos de los que había sido testigo o de los que había tenido noticia incluso por los medios de comunicación. Yo me limito a transcribir los que guardo en mi memoria y, en muchos casos, sin distinguir lo real de lo ficticio, puesto que se mezclan con los que tuve en el ejercicio de la profesión de abogado.

 1.- Al que por turno corresponda

El Fiscal comparece ante el Juzgado competente y, como mejor proceda, dice: Que habiéndosele dado traslado de la querella formulada por los cónyuges Don XXXX y Dña. YYYY. contra el Sr. Farmacéutico y su empleado o Auxiliar por un presunto delito de homicidio imprudente, interesa se reciba el proceso a prueba, adjuntando al sumario la aportada por la parte querellante para su valoración y añadiendo un nuevo Informe Pericial a realizar por el Sr. Médico Forense adscrito al Juzgado por gozar de la presunción de imparcialidad y veracidad.

El día 19 de septiembre de 1996 los cónyuges llevaron a su hijo, de un mes de existencia, al médico de la Seguridad Social correspondiente por apreciarle un leve resfriado con algo de fiebre, lo que habían comprobado ya en su domicilio con un simple termómetro de mercurio y que fue corroborado ulteriormente por el Facultativo y, dictada que fue su levedad, le prescribió un fármaco denominado «Apiretal» compuesto básicamente de paracetamol, como casi se puede decir que es público y notorio.

La Sra. se marchó con la criatura a su domicilio para que quedara a resguardo mientras su cónyuge se dirigió a la Farmacia del barrio, el establecimiento del querellado y puesto de trabajo del segundo imputado que fue quien personalmente despachó lo que creía verdadera prescripción, pero estando presente el primero en todo momento. Por su parte, el cliente no tomó la precaución de comprobar la corrección de lo que le daban, de hecho era tal la confianza que tenían que le suministraron el producto aun sin llevar la correspondiente receta que se había olvidado el querellante dentro del enorme bolso de su mujer. Este hecho resultará definitorio en la resolución del presente caso, toda vez que lo que Don XXXX llevaba envuelto en un paquetito de papel de la Farmacia no era el prescrito «Apiretal», sino otra sustancia del tipo de medicamentos llamados antipsicóticos al menos potencialmente muy lesivo si no letal para el infante cuya denominación es la de «Haloperidol», todo ello según consta en autos.

2.- Si fuera el caso de que se hubiere llegado a administrar el fármaco improcedente al menor y, como consecuencia, éste hubiera fallecido, nos encontraríamos en este punto del relato y tal y como se viene contando y el mismo continuaría por los escritos de defensa del Sr. Farmacéutico y su empleado o Auxiliar (quienes a su vez culpabilizaban a los querellantes de falta de la debida diligencia en la comprobación del medicamento dispensado máxime cuando lo fue sin exhibir la preceptiva receta); práctica de la prueba en juicio, conclusiones de las partes y sentencia.

3.- La resolución vendría a, probablemente, establecer la máxima responsabilidad sobre la persona del Farmacéutico y su Auxiliar por dispensar el medicamento «Haloperidol» que causó el luctuoso desenlace. No obstante, diríamos, no es desdeñable el tanto de culpa que corresponde a los padres de la criatura por suministrar al mismo el citado medicamento sin haber comprobado que era el prescrito en la receta ni haber leído su prospecto. Y ello por más que se alegue por los mismos la existencia de una gran confianza, de muchos años de clientela, argumento que decae muy especialmente en cuanto al Auxiliar se refiere, pues apenas llevaba un mes trabajando en la Farmacia de autos.

 

4.- En clase debatiremos los múltiples aspectos que presenta este supuesto práctico. Pero para no dejar sabor de boca os contaré los hechos reales en los que me inspiré para formularlo.

Efectivamente, los hechos ocurrieron como se ha relatado. Y haber hubo confusión en la Botica. Cuando el padre volvió a su domicilio, su mujer le dijo: “Ya teníamos un «Apiretal» en casa abierto”. Aun así abrieron el paquetito de la Farmacia. “Pero ¿esto que es?”. “Pone que se llama «Haloperidol».” Y vieron lo que era. No volvieron nunca más a aquella Farmacia ni tan siquiera para reclamar el importe pagado por el medicamente que tanto daño les podía haber causado.

 

Aniceto Valverde

"Carne / Beef", óleo sobre lienzo / oil on canvas, 31,8 x 44,1 cm., 1815. 

Tate Galley (Londres, Reino Unido / London, UK). Wikimedia Commons

Siempre se acordaba de lo que le decía su maestro. «¿Qué diferencia hay entre un cocinero y un químico?».

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Se odiaban; se odiaban mutuamente hasta lo indecible. Pero cuando digo odio no me refiero al que suele aparejar el desamor. No. Era un odio de ‘dinámica social’. A la gente no nos gusta que otro u otros tengan un modo distinto de hacer las mismas cosas, que es como decir aquello de que a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe. Hasta fastidia que alguien dé el DNI de dos en dos cifras cuando tú lo haces como se leen o leían de forma ortodoxa los números.

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El viejo capo estaba que la espichaba de un momento a otro; como su en tiempos rival Al Capone, tenía una sífilis galopante (esto afecta al cerebro, y mucho). Había sido yo el que tuvo la idea de tomarle la grabación a modo de muestra, como si hubiera sido una prueba más de las que le habían hecho padecer en el hospital del Condado.

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Estaba lejos del mar, en un destino en tierra en una ciudad del Sur, ya durante mucho tiempo, puede que un tiempo excesivo en el que le embargaba la nostalgia de lo salobre. Para compensar esa distancia que había entre él y una de las cosas que más amaba en la vida era su imaginación la que volaba sin cesar hacia ella, hacia la mar, como a su madre.

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Micro-crónica del secuestro de Ramsés

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