UNA CUESTIÓN DE GALONES

Le vi venir del Puerto, como si acabara de desembarcar, y aunque hay una distancia considerable entre la escultura del Marinero de Reemplazo -donde él se hallaba- y la entrada al establecimiento “Efectos Navales” donde yo pensaba entrar o de hecho estaba a punto de hacerlo, pude darme cuenta de que era un tipo alto (metro ochenta aproximadamente) y fornido que vestía el uniforme de alguno de los Cuerpos de la Armada; en principio -por mi ignorancia- no supe distinguir cuál, sino hasta que estuvimos los dos en la tienda. Era del Cuerpo de Veterinarios.

 

A mí no era de extrañar verme en “Efectos Navales” pues soy un obseso coleccionista de artilugios náuticos o de sus miniaturas y llaveros. Tengo silbatos o chifles de contramaestre, timones y varias escafandras de buceo, fanales (de estribor y babor), y todo tipo de anclas, menos una, y esto nos viene a cuento: en una de esas ocasiones, compré una de las que llaman del Almirantazgo, pero la regalé a un amigo de fuera para que tuviera un bonito recuerdo de la ciudad: a partir de aquel hecho, como si se hubiera tratado de un hechizo o maldición, el artesano dejó de hacerlas y yo no he logrado reponerla en mi colección. Y eso que siempre pregunto. Ellos ya me contestan negando con tristeza con la cabeza, antes incluso de que yo amague mi interrogación.

Eso hacía el hombre con la señora que estaba detrás del mostrador quien, con la misma tristeza, negaba: “Esas cosas ya no se hacen en Cartagena hace mucho tiempo incluso antes del fin del Servicio Militar”. Porque el hombre había pedido “unos galones de capitán”, puesto que, seguramente acabaría de ascender y desearía lucirlos cuanto antes.

Yo hacía rato que prestaba atención a esa conversación y a los recuerdos que me venían como, por poner un solo ejemplo de otro tipo, el olor de los bocadillos de patatas de Pepe de “La Obrera”… Y no escribo esto porque sea, en principio, un forofo de la vuelta de la mili (aunque la mía fuera tan buena que puedo decir que a mí personalmente me trató mejor la Administración Militar que, ulteriormente, la Civil del Estado). Simplemente escribo desde la nostalgia de quienes perdieron todo o parte de la actividad económica que desempeñaban en mi ciudad, Cartagena.

 

Aniceto Valverde

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