(5) OLVIDAR EL QUIJOTE

Espejo e ideal político

Resulta particularme interesante este cometrio. En él -digamos- se dan la vuelta y/o se muentran los efectos secundarios  de los ideales políticos de Don Quijote.

 

En este aspecto Don Quijote presenta ya evidentes peligros: Pueden exaltarse en él su desprendimiento, su afán de proteger a los débiles y liberar a los cautivos, su fidelidad a los ideales o la palabra dada, pero también podría darse en su imitar su confianza en la intervención armada “providencial”. Don Qujote lleva también a cabo bastantes fechorías, y su evidente falta de malicia no resta peligrosidad o impertinencia a muchos de sus gestos.

El mundo por el que transita el Ingenioso Hidalgo no es ni mucho menos perfecto y está lleno de injusticias, pero el obcecado caballero es el menos indicado es el menos indicado para diagnosticas los males con los que se encuentra. Su exagerado respeto de este mundo y por los títulos sonoros, le llevan con frecuencia a rendir homenaje a quien menos lo merece. El voluntarismo quijotesco cree poder conseguir por la fuerza del brazo cuanto apetece al pecho, a veces no sin desagradables consecuencias para los corrientes y molientes ciudadanos que se cruzan en su camino, y esta es una doctrina política poco tranquilizadora… De la estofa de Don Quijote también pueden hacer personajes que confundan el individualismo con la soberbia titánica, que convierten en norma el desdén a la vulgaridad de la ley y ensalcen las virtudes redentoras del golpe de mano, que llamen “ultraje al honor” a cualquier objeción a los privilegios de la prepotencia. Esto lo vio muy bien Thomas Mann, en su interesante Travesía marítima con Don Qujote cuando se pregunta:

“¿Qué especie de personaje sería un Quijote antiidealista, pesimista y sombrío, creyente en la fuerza del poder, un Don Quijote de la brutalidad y que, no obstante, siguiera siendo Don Quijote?  A tanto, afirma Thomas Man no llegaron el humor y la melancolía de Cervantes…

“Este mito siniestro es el Quijote que debiera ser, de una vez por todas, olvidado, sobre todo en cuanto representación deseable o inevitable de lo que ha de ser la convivencia política en España. Esta figura triste y cómica del inmortal caballero no es un modelo a seguir, más bien tentación a exorcizar, así lo consideró genialmente Frank Kafka en su breve nota titulada “La verdad sobre Sancho Panza”.

 

Aniceto Valverde

 

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