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LAS VERBENAS Y EL EPÍLOGO

Llevo varios días tratando de escribir un ‘principio’ de final o un final ‘abierto’ para las historias veraniegas que os he venido intentando contar, puesto que -según creo- todas admiten un punto y seguido; pero también necesitan quizás un pespunte, una delgada costura si quiero terminar de conformar con ellas (y las que vendrán) un corpus homogéneo y tal vez legible y entendible como un todo, como un pequeño universo. Sabía que era lo que más me iba a costar y que probablemente fracasaría en la segunda parte de este invento comunicativo. Si la primera era contar el episodio en singular, esta segunda tendría que hacer cómplice al lector del secreto de su arquitectura, especialmente del microcosmos que formábamos aquellas pandillas de entrañables amigos que pasamos los veranos de nuestra infancia en las distintas Playas del Mar Menor entre fines de los años 60 y mediados-finales de los 70.

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(UNO) LA DETENCIÓN DE AL CAPONE

Nos habíamos quedado en el Bronx allá por los mismos años. Sí, en el Bronx neoyorkino, donde habitan las chicas que tanto le gustaban al filósofo Francisco Jarauta, por las razones que él mismo, de su viva voz, confesaba en la parte primera de esta historia que prometí llevar a Chicago allá por los años treinta.

Lo prometido es deuda y en Chicago tenía su emporio el mafioso Al Capone, nacido en Brooklyn (Nueva York), el más grande y temido mafioso: a los 27 años ya controlaba todo tipo de negocios ilícitos., incluida la prostitución. Si las chicas del Bronx llevaban una bala en el corazón, a las de Chicago ya no les cabía ninguna más —balas— salidas de aquellas metralletas de tambor al uso de la época. La hermana de un coleccionista de arte amigo de Al Capone, no quiso tener relaciones sexuales con él y —según se dice— mandó que los mataran (él nunca de machaba las manos). Y acabaron en un callejón como el que se ve en la foto o parecido llenos de plomo. Pero éste no fue un caso único. Cuando Capone se emborrachaba empezaba a insultar a las chicas. Ambas cosas ocurrían con frecuencia… Iguamente pasó a la historia la famosa  Matanza de San Valentín.