JUSTO NIETO NIETO

No era el más fuerte ni el más ágil. No se defendía bien en la búsqueda del sustento. Tampoco era el más popular de la manada pues hacía cosas extrañas según el criterio mayoritario entre la comunidad. Pero un día, cuando iba el último de la expedición, este mono habilis encontró una maraca. De casualidad comenzó a hacerla sonar. A partir de ese momento todos los demás fueron tras él. Para lo que nos gusta, dicen, tenemos genio.

 

 UN PERSONAJE BASADO EN LA TIERRA

PERFIL Justo Nieto Nieto (Cartagena 1943) es una persona a la que la fuerza le viene de la tierra. Es un tipo macizo. Y esto interprétese como se quiera, que tiene siempre el mismo aspecto anacrónico de las personas coherentes. Aunque aquí se dice especialmente en el sentido de que parece estar hecho de una pieza y afianzado en la tierra como un roble, aunque puede que el pensamiento lo tenga en la utopía. Cuando espera o habla de pie abre las piernas y con ello baja un poco más su centro de gravedad hacia esa tierra que le da la fortaleza. Cruza los brazos y si acaso eleva el derecho hacia la cara apoyando en la mano la mejilla, para después hablar, como en esta entrevista, pausado, firme y siempre innovador.

Pregunta.- Mire, directamente al grano, a mi me parece que su gran secreto, su talento o -como en esta sección llamamos-, su maraca está en la espontaneidad y naturalidad con la que sabe y ha sabido llevar sus numerosas responsabilidades, cargos y las distinciones de que ha sido objeto. ¿Tiene esto que ver con sus orígenes e inicios desde la Maestría Industrial ?

Respuesta.- Con el tiempo creo que he desarrollado la habilidad de colaborar con lo complejo y con lo que inevitablemente es complejo. Einstein decía que había que explicar lo complejo con palabras sencillas. Y a eso es a lo que me quiero referir, al diálogo entre las relaciones de causa y efecto. Extraer de las situaciones las ideas que las han movilizado y que las siguen provocando. Esto, además, me ha sido más ameno y cómodo que limitarme a lo afectado, sofisticado, o a lo que pretende aparentar. También me interesa mucho implicarme y luchar con las dificultades de la vida, aprender de las personas que tienen una historia tras de sí…. De modo que lo que Ud. dice que es espontaneidad, seguramente tiene como causa que mis orígenes están en el campo y no en la ciudad; en el medio natural. La Naturaleza es compleja, pero sus manifestaciones son claras y directas o dirigidas a fines concretos.

P.- Es que mientras algunos parecen tratar de tirarse de los cordones de los zapatos para elevarse, a Ud. resulta que el traje siempre le cae a la medida y arraiga en la tierra con raíces firmes. ¿Es una cuestión de gran confianza en sí mismo o convencimiento de lo que hace o es que Ud. se toma la vida como viene y así le sale todo bien y es reconocido por los demás?

R.- El «éxito» se mide habitualmente en relación a lo que los demás piensan de uno. Otra cosa muy diferente es lo que cada uno piense sobre qué es o no el éxito. En la Universidad , cuando tienes la responsabilidad de enseñar –por cierto, que es una labor sublime la de formar personas, a hombres y mujeres, la segunda en importancia después de crear a hombres y mujeres-, entonces son los demás los que te tienen que valorar. Yo he tenido la suerte de ir haciendo cosas que los demás han valorado positivamente. Así se genera una inercia, que al principio suele ser lenta de poner en marcha, como siempre lo es innovar con respecto a lo que pasa. Nunca he querido limitarme a repetir los tópicos del libro o del manual al uso. Imaginaba escenarios nuevos que me sirvieran para transmitir y con ello formar personas. Luego este proceso se convierte en una necesidad vital. Innovo como respiro, como existo, como algo natural. Trabajo para los demás incorporando innovación y tengo la suerte de que los demás lo siguen, lo reconocen.

P.- Por cierto, que es genial esto de combinar los dones de la tierra con la innovación constante y hasta la utopía o filosofía que le caracteriza. ¿Cómo lo hace?

R.- Yo creo que está basado en una personal manera de reconocimiento de lo estético. Me siento a gusto por la estética (que normalmente incorpora la ética) asociada a la tarea de contribuir a generar algo nuevo y beneficioso y hacerlo, desacralizando falsos adorables y gestionando todo el conocimiento y oportunidades disponibles, con la ambición correspondiente.

Es sabido que vivir, a muy largo plazo, siempre es una operación ruinosa. Hago cosas que efectivamente suponen riesgo. Éste es un aspecto de la innovación, de la imaginación o de la visión, que no siempre implica certidumbre, en quien lo hace, sobre cuál pueda ser el resultado material posterior. Hay cosas que pueden no salir bien. Pero ésos son episodios de una sola batalla. No hay que dejarse hundir en ese caso y continuar enfrentándose a la batalla siguiente, a la que ahora mismo está por venir. Hay que intentar ganar la batalla correspondiente porque la guerra siempre se pierde. Tampoco hay que adorar al pasado. Del pasado hay que quedarse, como he dicho antes, con las vivencias de las personas mayores, el precipitado cordial de la experiencia de los que nos precedieron, y las muestras del genio de estos, para que sean nuestros compañeros en el viaje hacia el futuro.

P.- Ud. sabe que es verdad, que es una realidad empíricamente demostrable y además lo predica de sí mismo, que es Ud. una persona innovadora por esencia. ¿Equivale esta personalidad a la del prototipo del intelectual?

R.- No sé si me encuentro en esa categoría que Ud. dice. Pero, en cualquier caso, no me consideraría un intelectual brillante, con una gran capacidad de memoria o de «erudición». En mi caso, de todo lo que leo saco siempre algo positivo, pero lo mío es enfrentarme constantemente con el futuro, a lo que no leo porque no está escrito, con lo que está por venir. También aprendo siempre algo de esta manera.

En mis tiempos de pastor en el campo de Cartagena tenía bastante tiempo libre y podía leer: Blasco Ibáñez y otros. Me interesa más la cadena, la sucesión de hechos o eslabones que conducen del presente al futuro. Lo que en su momento pudieron significar esos hombres para el desarrollo y la modificación del tiempo en el que les tocó vivir. A mi juicio, no se adorna el intelecto con más intelecto, sino con la estética de lo que podemos hacer y luchamos por hacerlo. A lo que Ud. llama utopía yo lo califico como saber leer lo complejo con sencillez. Y por ello insisto en que no soy intelectual, soy vital. Esta actitud, que es una herramienta para vivir, saboreando la estética del hacer, del estar, del comprometerse…, y haberla podido desarrollar, me satisface.

P.- ¿En qué medida valora las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento, especialmente como herramientas que le puedan ayudar en esas prospecciones de futuro que Ud. hace, en esos procesos de innovación que emprende?

R.- Aprender es tener capacidad de relacionar cosas, hechos, ideas. Disponer de medios cada vez más potentes que faciliten y agilicen la producción de esas relaciones es positivo. Pero, de las nuevas tecnologías hoy me interesa la gestión de tres elementos a los que ellas han de servir: Primero lo local. Segundo lo global. Y tercero, lo irreverente. Casi mejor le hago un esquema:

En primer lugar, procedemos de lo local, de lo que nos impresionó por primera vez la retina, de lo que nos agradó, de donde tenemos el compromiso del afecto, del amor a la tierra de la deuda con la que hicieron posible nuestra puesta a punto.

En segundo lugar está lo global, que es inevitable y que se manifiesta en la información, en la comunicación, en la economía mediatizada, en la socioeconomía de espacios con déficit democráticos, en la Innovación y en los peligros que puede suponer su utilización.

Y, por último pero de no menor importancia, lo irreverente: no hay que sacralizar el conocimiento ni la ciencia; son bienes de consumo. Son herramientas a nuestro servicio para vivir bien, que es, como ya le dije antes, una ambición natural en los hombres y un derecho de todos.

Del conocimiento me interesa todo:

  • el disponible, el que está, desde el que se encuentra en el supermercado del conocimiento hasta el que se expresa en lo expuesto en la última feria de muestras.
  • el que aún no está disponible, el que está pariéndose desde la Investigación o la ciencia.
  • y el tácito o implícito de gran potencial y que hay que saber externalizar.

 

P.- ¿Cómo ve el futuro del «hombre de una pieza», del «hombre hecho a sí mismo» en esta sociedad en la que parece imperar la irresponsabilidad, en la que parece que nadie quiere asumir no ya esas responsabilidades, sino aun también el más mínimo compromiso?

R.- En contra de lo que habitualmente se piensa, el bienestar requiere asumir más trabajo, al menos más rendimiento, y más responsabilidades. Hacer lo contrario, desentenderse, va contra el futuro. La situación la podemos comparar con un avión en el que no hay pieza ociosa, ni no comprometida, todo elemento es fundamental, todos están igualmente comprometidos e igualmente “tensados”. Todos los implicados en el proceso debemos estar corresponsabilizados en dicho proceso.

P.- ¿Cree que el «homo democraticus» y el zoom politikon debe ser así, es decir, un poco ambiguo o al menos hiperflexible de manera que parezca, al menos, poder contentar a todos o a una mayoría suficiente para conseguir los apoyos necesarios en su carrera?

R.- La política es uno de los instrumentos sociales fundamentales. Es la única que tiene la mayor legitimidad para imponer los derroteros de la sociedad. Creo que debería estar prohibido el acceso a la política, a gente con pocas ganas de trabajar, sin ambición, descreídos de todo, no honrados, o a gente cuyo único objetivo es el de alcanzar el poder con el todo vale y mantenerse en él con la misma apoyatura.

P.- Volviendo a su genial contradicción entre lo terrenal y lo elevado, utópico, etc., ¿Usted puede que sea un urbanita que deteste vivir en la ciudad? Sin duda que habita una casita de campo levantina con mucha luz, algunos naranjos que desprendan el intenso olor del azahar, y un pequeño huerto ¿no es cierto? ¿Qué tiene plantado ahora y si le preocupa o es bueno el tiempo que hace para la «cosecha»?

R.- Mire, es que de otra manera me sería difícil vivir. Ya le he dicho que mis orígenes son de campo. Que si he aprendido algo ha sido, como también hablábamos al principio, de lo natural, de la Naturaleza que es compleja pero cuyas manifestaciones y fines son muy concretos, muy básicos, incluso instintivos.

En cuanto al huerto pregúnteme más bien qué es lo que no tengo plantado, acabaríamos antes. Hoy he tenido un problema. Esta mañana he ido al mercado de Santa Florentina, aquí en Cartagena, a comprar plantón de pimientos de bola, y no los he podido encontrar para llevarme a Valencia porque aún es muy pronto.

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