AMOR Y VIOLENCIA
Sí, yo podía haber sido toda mi vida un romántico. Contaba mi madre que tenía yo apenas cinco años (precisamente en el tiempo en que me llevó a la barbería del tío Venancio y éste me hizo el ‘corte a la taza’) y me dejaron para salir ‘de matrimonios’ al cuidado de la hija de unos vecinos a la que apodaban ‘la Pirrina’, bueno pues a lo que se ve yo ya no quería jugar con nadie más… Porque, de qué sirve ser un romántico sin persona a la que amar, aunque sea de forma platónica. Y ahora era Begoña el objeto de mis sentimientos. Sí, aquella chica de pelo rizado y azabache como sus ojos, esbelta y culo respingón, me había cautivado. Y lo mejor de todo es que ella parecía corresponderme.