Le habían despedido del trabajo después de casi treinta años de dejarse allí la piel. Le dieron una miseria de indemnización igual que de paga o pensión. Estaba en los 50. Su mujer se acababa de divorciar de él y en el proceso se había barajado la posible concurrencia de malos tratos por su parte hacia ella, aunque nada se demostró porque no era cierta más que la mala racha que llevaba.