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La Musa de Homero

¿OLVIDAR EL QUIJOTE?

En un magistral ensayo titulado “Instrucciones para olvidar El Quijote” el filósofo Fernando Savater aprovecha para trazarnos la figura poliédrica, y aun contradictoria o bipolar, del Ingenioso Hidalgo.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».

Ésta que antecede debe ser la frase más conocida de la Literatura universal. Vamos a seguir con ella y con la -digamos- cosificación del Ingenioso Hidalgo.

De hecho, y si se nos permite, vamos a establecer una sistemática propia que nos permita analizar, como dice el filósofo, si hay que olvidar el Quijote y, en su caso, cuál de ellos, cuál de sus muchas manifestaciones deberíamos cubrir con un manto sin fisura.

De entrada, se nos aparece un aspecto evidente: Don Quijote no es solamente un personaje de ficción literaria. Si así lo fuera exclusivamente no estaría tan fuera de contexto como está (psicología del personaje) o, desde otro punto de vista, se saldría de la novela, de un texto que no daría de sí ni aun en la talla XXL. Realmente no se conciben el uno sin la otra, por más que ésta pertenezca a la realidad del siglo XVI y el Hidalgo desentone absolutamente de ese contexto, como de hecho ocurre.

Don Quijote es muchas  cosas más y más graves tanto en el terreno de la ficción personal (literaria, claro) como en la material (aspecto adjetivo también literario). Don Quijote es un mito nacional; un ideal irónico, el origen de un adjetivo,  el último héroe y el primer antihéroe. Repito adrede  para, incluso para que yo mismo reflexione sobre la enorme carga de profundidad que conllevan esas afirmaciones y otras muchas que cabrían en el con-texto…

Siguiendo a Savater, es posible que Cervantes lo concibiera como algo más jocoso (ya veremos que ése no es precisamente uno de sus rasgos distintivos). Pero ¿y las características antes reseñadas? ¿No nos conducen a un prototipo, como todo, definido más adelante en la Historia y que es la sustancia de toda narración (realidad/ficción, A. Muñoz Molina), o incluso la nada… Pero no, Cervantes convierte a su hidalgo en el arquetipo de la fe ciega: no se puede esperar otra cosa de un tipo enajenado, persona en la ficción y cosa en el mismo ámbito siempre imbuido en el conflicto persona/cosa, puesto que reviste la forma de aquélla, pero su finalidad en la vida -digamos- no es compatible. Como antes se ha dicho, y nos hemos quedados cortos. Don Quijote es muchas  cosas más y más graves tanto en el terreno de la ficción personal (literaria, claro) como en la material (aspecto adjetivo también literario). Don Quijote es un mito nacional; un ideal irónico, el origen de un adjetivo,  el último héroe y el primer antihéroe; siendo todo esto manifestaciones del actuar del personaje, es la vertiente dinámica,  que, en realidad no existe más que en insondable arcano de la mente de don Quijote. Es también un ser anhelante de reconocimientos (Savater desfaciendo entuertos y salvando damas presas del pánico que les infunde el estrafalario personaje que de otra cosa.).

 

Sus empeños frente a la hostil realidad, él cree coronados por el éxito. Pero como dice Savater don Quijote está vencido de antemano…

 

(Continuará, prometo ser breve)

 

Aniceto Valverde