Siendo joven, muchísimo más que ahora, te encontraste por la calle a esta muchacha que tocaba el violín de una forma cautivadora. Estaba aislada del mundo y sus complicaciones. Por eso los solitarios como ella y tú eráis los únicos capaces de escuchar la música que emanaba del violín.
Y, siendo tan jóvenes ella era una virtuosa del instrumento. Y él el mejor de los públicos.
En la foto no se ve. Pero él estaba esculpido en una estatua de bronce y, aunque no hubiera querido, no le hubiera quedado más remedio, tan fijo como ella, que reconocer y aprender la música de Mozart puesto que estábamos en Praga, aunque no enfrente del muro dedicado a The Beatles, que tiene su historia como la del tanque rosa.
Aniceto Valverde