DEMOCRACIA PARA CREAR Y CREER
Comienza Emilio Lledó su obra «Identidad y amistad: palabras para un mundo posible» afirmando que: “Los orígenes de la cultura griega son siempre sorprendentes. Una de esas sorpresas, que nos invita a dialogar con ella, es su presencia y, en esa presencia, su actualidad…
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Es difícil descubrir en qué consiste el carácter clásico, quiero decir, enriquecedor en todo tiempo y útil en la gestión de nuestras dudas, de nuestra soledad, de nuestra necesidad de entender. Con las obras de esa cultura siempre es posible el diálogo: el saber que nos ofrece el lógos, esa escritura compartida, interpretada y asumida.”
Por su parte Ítalo Calvino nos demuestra que “al releerlo en la edad madura [se refiere al libro clásico], sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que ahora forman parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos olvidado. Hay en la obra una fuerza especial que consigue hacerse olvidar como tal, pero que deja su simiente…
“Toda lectura de un clásico es una relectura.” («Por qué leer los clásicos». Ítalo Calvino)
Pero volvamos a traer a colación al filósofo. Dice nuevamente Lledó: “Democracia es, radicalmente, una forma de vida, una armonización del vivir, una conformación de la existencia humana. Una conformación, pero no un conformismo. Si hay un aspecto determinante del concepto «democracia» es el inconformismo…”
Y sigue («Necesidad de la Literatura»): “Ser conformista supongo que debe querer decir algo así como que «no hay quien dé más». Uno atribuye este tipo de acomodo en el sentir tan extendido de que la democracia no funciona porque todos los políticos son iguales. Considero ésta una perspectiva incorrecta pues si lo fueran sería precisamente por nuestro conformismo: nosotros, en su caso, los hacemos así y, por tanto, también tergiversamos en inoperante el sistema. Porque, además (Lledó) conformarse añade también otro matiz, “conformarse es perder, en parte, la forma propia para sumirse, liquidarse en la ajena…”
Si somos inconformistas con las palabras lo seremos también con los hechos que las mismas representan. Y para ello es necesaria esa relectura, cualquiera que sea el soporte técnico o tecnológico en el que ellas -las palabras- vayan engarzadas para establecer ese diálogo pacífico entre uno mismo y nuestros semejantes (de todos los tiempos). Unos rebeldes que forman libremente su pensamiento, siendo conscientes, pero respetuosos, con lo que se está de acuerdo y con lo que no para vehiculizarlo a través de nuestra libertad de expresión en una Democracia que se vería claramente revitalizada con la sustancia de los hombres libres.
Aniceto Valverde Conesa
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