EL ALIJO 2

2.- El crédito que se «autopaga» o del «chin kin fu»

Emilio Granados, jubilado de la actividad pesquera y vecino del tranquilo pueblecico de Santa Biibiana del Mar recibe un dinero de un tío que, en su día se fue a hacer las Américas: las cosas no andaban bien en el pueblo y quiso emplear el dinero en una pequeña promoción de viviendas sociales. A ver qué es lo que pasa.

 

2.- El crédito que se «autopaga» o del «chin kin fu»

Eran las seis horas en punto (a.m.) del día en que los vecinos se percataron de que tenían crisis financiera. Algunos, jubilados y pescaderos, esperaban la vuelta de las pesqueras para ver cómo se les había dado la noche. El capitán de uno contó que se habían salvado de un naufragio gracias a que se les habían aparecido las luces de San Telmo en el mástil de la embarcación. Otro informó de que en la puesta de sol había visto el ‘rayo verde’ y después la ‘luna azul’. Sin embargo, nada de toda esa buena suerte impidió que Emilio Granados (antiguos pescador reconvertido en advenedizo de la construcción), se quedara sin la pasta suficiente para terminar su obra.

En Santa Bibiana del Mar todo iba bien. Tanto que el cuartelillo de la Guardia Civil parecía un decorado más en la belleza de aquel pueblo curiosamente verde junto al mar.  Algunos vecinos encontraron empleo en la construcción, en la pequeña promoción social (de sólo 24 viviendas de VPO) de Emilio Granados.

Pero de repente comenzaron los cambios y los problemas: no había dinero y fue cuando Emilio Granados, al que sólo le quedaba por pagar una pequeña cantidad, recibió un e-mail con un orfertón de súper-crédito: sólo había que acudir, previa cita, a  Marbella.

Granados viajó con su abogado, el que tenía por clientela a la gente de Santa Bibiana del Mar, a esa ciudad donde se daba con frecuencia el milagro de que cualquiera se podía encontrar dinero en las bolsas de basura que, otros ciudadanos marbellíes, desde luego muy poco civilizados, arrojan sin pudor a las calles. La dirección correspondía a  un bufete de abogados, pues que dos eran los marbellíes. Uno hacía de poli bueno y el otro de poli malo: para mayor credibilidad el que hacía de malo le hacía preguntas sobre posibles problemas con el Fisco español. El bueno siempre acertaba a dar una respuesta muy convincente. Era muy fácil: había que pedir prestada una suma de dinero diez veces superior a la que el Sr. Granados necesitaba para terminar su promoción. El dinero ‘sobrante’, gestionado hábilmente por aquellos dos personajes en los mercados financieros internaciones, a través de ciertas entidades ubicadas en Gibraltar, generaría suficientes intereses como para pagar todo el montante del súper-crédito-orfertón. Para ello, aquellos dos sujetos, según se establecía en las cláusulas del compromiso de gestión, “pondrían sus mejores empeños en conseguirlo” por una módica cantidad de dólares USA. Por supuesto, por adelantado, más otra serie de extraños conceptos imprescindibles para traficar en los mercados internacionales, tales como sobornos para comilonas de prebostes de las finanzas internacionales y toda suerte de especuladores y vendedores de humo Se hace asíahora más o menos con las llamadas criptomonedas?

El abogado de Emilio, normalmente  tranquilo y sereno, miró de reojo a su cliente en un guiño de mus. Se levantó y dijo: “Muchas gracias, señores; somos de pueblo pero no imbéciles”. Sólo por prudencia no le dijo otras cuatro palabras bien dichas a aquellos dos  impresentables. Nadie, como se decía antes, da ‘duros’ a cuatro pesetas. Cuando el abogado de Emilio lo comentó con el otro del pueblo, que era su amigo porque, además, se tenían bien repartida la clientela: uno los del pueblo y otro como la marisquería, dedicado en exclusiva a los hombres de negocios de fuera, este último le dijo: “Ése es el famoso timo del crédito de ‘chin kin fu’”.

Aniceto Valverde

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