LA AMBULANCIA DEL BANQUERO
Para Pilar Marcos. .
Todas las mañanas, a las ocho en punto, una ambulancia del Servicio de Salud recoge a un banquero de la puerta de su casa, que se podría calificar de nobiliaria o, al menos, suntuaria. Con los tiempos que corren —y antes— debe valer una pasta.
Es un banquero de alto standing. Tiene amplios poderes y no sólo sobre sus empleados y políticos también, sino que el banco que dirige —producto de la absorción y fusión sobre todo de las antiguas cajas de ahorro (en anteriores tiempos también montes de piedad, qué ironía)— tiene una cierta influencia en los mercados donde se especula con el dinero, la materia prima de alimentación de estos tipos y de la que cada vez necesitan ingerir más para subsistir. Si bien ahora — los tiempos son un continuo cambiar— lo degluten aspirándolo en forma ni siquiera de tarjetas de crédito, sino de móviles y aun relojes con los que se puede pagar en muchos sitios, costumbre generalizada con la reciente Pandemia. En cualquier caso, poseen un estómago muy evolucionado que traga cualquier cosa que pueda convertirse en un valor en Bolsa. No tienen que ir al híperinflacionado supermercado en el que, puede ser, tengan alguna participación.
Un enfermero sube discretamente al banquero a la ambulancia, que activa la sirena y todos los elementos que tiene para denotar urgencia y emergencia. Y él, ya dentro, se enciende el primer Cohiba de la mañana.
De esta forma, como vehículo de emergencias, no está obligada a respetar los semáforos, ni las preferencias de paso que hurta a los demás vehículos conducidos por gentes que van al trabajo —o a buscarlo— o a llevar a sus hijos al colegio. O a los citados hipermercados.
Y así, el banquero, recorriendo toda la ciudad en esas condiciones de comodidad, celeridad y eficiencia, llega el primero al banco y controla no sólo quienes madrugan más o de verdad son los que se incorporan a su hora para vender no sólo dinero en forma de crédito o reclamarlo, sino que a poco que te des cuenta te encasquetan un seguro por si aún te queda algo de aliento y números negros en la cartilla —qué obsolescencia—…
El importante banquero, el más importante que lo lleva y lo trae de casa una ambulancia como mejor taxi inventado, mira a todos por encima del hombro como si hiciera más que nadie y se ganara comisiones y prebendas de otros poderosos como él, pero que tienen chóferes normales, puesto que para él —que da ejemplo sin duda— es temprano. Como temprano madrugó la madrugada para esa persona que falleció aquel día y a esa hora y que debía haber sido trasladada y cuidada en la ambulancia del banquero dado que era la única disponible tras una noche de intensos altercados por la subida del coste de la vida.
Aniceto Valverde
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