DOBLE CALDO DE CARNE

El civismo imperante en el veraneo

El ‘homo sapiens’ -donde los haya- muta no necesariamente en verano, sino en el ‘veraneo’. De entrada se le derriten los sesos formando la primera capa o hervor de una suerte de caldo que, ya de principio, le vuelve agresivo por nimio que, en otra temporada, le pareciese el objeto discutido. No obstante, el aire acondicionado vino a contribuir a relajar el ambiente. Es una lástima que nos vaya a durar tan poco y vuelva a enrarecerse el ambiente entre vecinos y también con otros conductores en los terribles atascos que hay que padecer para llegar a la ansiada playa.

Pero cuando esta especie de animal del estío no tiene más remedio que pasar el ‘veraneo’ (y si puede huir de la cuidad) en un complejo urbanístico playero hípersaturado; es decir, cuando tiene que compartir elementos comunes su mente sufre un nuevo hervor que le hace retroceder milenios en la evolución humana, tanto física como, sobre todo, psíquicamente, de manera que se vuelve totalmente agresivo e incumplidor de las más mínimas reglas necesarias para la convivencia y uso racional de las instalaciones, y si cabe aún más, también ilógico, por no emplear otro término más duro y expresivo. Su cerebro disminuye de tamaño sustancialmente y pierde cualquier pensamiento coherente.

La otra tarde-noche se ‘celebró’ un cumpleaños. Las decenas de invitados del propietario colmaron la piscina común. Yo estaba tumbado intentando relajarme de la algarabía que se había formado cuando de repente, por la ventana, vi subir una especie de humo. Me asomé por ella y vi el doble caldo de garbanzos en el que se cocían los bañistas. Yo no iba a llamar a los Bomberos, eso estaba claro.

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