LA CABINA

Se quiere mucho a los  animales hasta el punto de arriesgar la propia vida por ellos, sobre todo a los llamados de compañía. Pero he de decir que este relato acaba mal, incluso para el dueño…

 

La cabina

 

(Micro-crónica del secuestro de Ramsés)

 

Me dijo que esperase su llamada a la  cabina, la única que había en todo aquel lugar. Nadie hubiera hecho eso hoy en día cuando se puede llamar a un móvil bajo una ‘identidad  oculta’ o ‘número privado’. Pero  posiblemente -digo yo- pensaría que es más fácil pinchar una de estas líneas que la de una anticuada cabina que nadie usaría. Me diría dónde dejar el dinero; me recordaría una vez más que no se me ocurriera avisar a la Policía si quería volver a ver a mi gato Ramsés con vida; y, por fin y supuestamente, dónde encontraría a mi adorado felino.

Efectivamente, el teléfono sonó y yo escuché su voz. Pero fueron apenas unos segundos. Un sicario –quién sabe si enviado por el secuestrador mismo- me descerrajó dos tiros a traición, por la espalda y aprovechando la soledad de la dichosa cabina. Me quedé a medio preguntar ¿dónde…?

El teléfono quedo colgado sonando como cuando la línea está comunicando. Perdería mi dinero;  mi gato Ramsés y nuestro programa de TV en el que  nos ofrecíamos como videntes y en cuya última emisión no supimos adivinar nuestro aciago destino.

 

Aniceto Valverde

Agosto 2015

 

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