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ESCALERAS MECÁNICAS

El amor y la pasión pueden aparecer en cualquier momento y lugar.

Delante de mí, o sea como a tres coma cinco escalones de distancia de la escalera mecánica, iba una mujer de talle y falda estrechas y zapatos de tacones afilados.

Cuando llegó al final del tramo, es decir al borde de la escalera que conduce a la planta correspondiente de aquellos grandes almacenes, que yo viera, al menos uno de sus afilados tacones quedó trabado en las hendiduras de la estructura. Esto, que ya de por sí suponía el peligro de que se fracturara los tobillos, podía suponer uno mayor por el hecho de que los que íbamos detrás siguiéramos subiendo por las escaleras (o éstas nos subieran a nosotros) hasta que, rompiendo la distancia de seguridad del COVID-19, nos agolpáramos los unos con los otros en el acceso a planta, que correspondía a la de lencería fina.

No lo pensé dos veces y salté los tres escalones y medio de distancia hasta alcanzarla y de espaldas como estaba la cogí por la cintura y saqué su cuerpo entero de los asesinos zapatos de afilados tacones.

Fue entonces cuando me di cuenta de que eras tú. Y, arrancándote la mascarilla como si fuera una de esas prendas de la planta de de los grandes almacenes, te besé como nunca he besado a ninguna persona.

La gente de atrás, detenida en la escalera porque el vigilante de seguridad había pulsado el botón stop unos instantes justo cuando te besaba con esa pasión, aplaudía, pues mientras hay amor existe la esperanza.

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