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EL MÉDICO DE LA MIRADA DE ÁGUILA

Todo un profesional.

Dedicado a Javier Trujillo

Su mirada era como una placa de Rayos X. Era alto y fornido. Pero lejos de mirarte por encima del hombro lo que hacía era escrutarte e infundir al tiempo que autoridad calma, como a los pacientes a los que visitábamos. Tenía la nariz curva, sin llegar a poder decirse que fuera de pico de loro. Eso y sus ojos de grandes pupilas, cuyos párpados entornaba cuando examinaba a algún enfermo, le daban a su mirada esa impronta de visión de águila.  Quizás por ello escogiera el camino o la especialidad de medicina interna, o sea, el médico al que los de atención primaria y los demás especialistas acuden para que diagnostique y trate a los pacientes con diversas o complejas patologías.

Yo, Rubén Sánchez, tuve la suerte de hacer mi residencia con el Dr. Santamaría, internista del complejo hospitalario de mi ciudad. No todos lo pueden hacer y, aunque siempre iba acompañado de muchos MIR, porque sabe de todo, él los escogía cuidadosamente fijando en cada uno de nosotros esa mirada penetrante. Hay que saber mucho de medicina para ejercerla. Pero hay que sabérsela toda para ser internista…

– Este hombre no tiene o no tiene sólo un problema de riñón, pese a que los parámetros del análisis parezcan indicar otra cosa.  Que le hagan una placa.

Como siempre el Dr. tenía razón. Los riñones tenían un tamaño normal y eso indicaba lo que él ya había afirmado. No era una simple afección renal lo que hacía padecer a aquel hombre hinchado.

– Desde luego, el riñón está tocado y seguiremos con el Segurit. Pero esos edemas no se deben solamente a eso -nos dijo a nosotros, sus discípulos.

– Manolo (porque era así de campechano y buena gente), le vamos hacer unas pruebas más. A ver si damos con la tecla y nos ponemos bien.

Eso le dijo al paciente mientras lo analizaba con su particular mirada y le tocaba, sin guantes y con sólo el dedo índice de la mano derecha (con la izquierda le levantó previamente la sábana) las piernas a aquel hombre.

– Que le hagan una punción en el esternón. Ese paciente tiene algo más que puede ser tan grave como un cáncer en la sangre, si no peor.

Y, como siempre, el Doctor Santamaría tenía razón…

Pero si cuento todo esto es porque ese gran médico fue de los que más se implicó en el tratamiento de los afectados en 2020 por la pandemia del COVID-19 o también llamado coronavirus para hacer Medicina, que era lo que más le gustaba. Y la mirada de águila que tenía para con sus pacientes no le sirvió para él mismo. El contagio se le complicó con la neumonía que había cogido previamente. Y falleció no sin dejar en todos nosotros su huella indeleble.

 

Aniceto Valverde Conesa

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